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La directora de la Organización Nacional de Trasplantes, Beatriz Domínguez-Gil.
El impacto de la pandemia en los trasplantes

El impacto de la pandemia en los trasplantes

Beatriz Domínguez-Gil, nefróloga salmantina directora de la Organización Nacional de Trasplantes, analiza el impacto del COVID-19 en el programa durante los últimos meses y cómo, a partir de junio se recuperó el ritmo de donaciones gracias a la adaptación de los protocolos de la ONT

Martes, 2 de febrero 2021, 13:13

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Tras un 2019 de récord, la pandemia se ha hecho notar también en el programa de trasplantes de órganos, con un total de 4.425 en toda España, un 18,8% menos que el año anterior. Unos datos que la directora de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT) y nefróloga ‘salmantina’ Beatriz Domínguez-Gil -desde los tres años hasta el final de su etapa universitaria residió en la capital- (Santiago de Compostela, 1971), achaca al efecto de la crisis sanitaria del coronavirus, especialmente durante la primera ola.

– Caída del 22,8% en la donación de órganos y un 18,8% en los trasplantes el pasado año...

– Un descenso nunca es una buena noticia, pero podría haber sido mucho mayor teniendo en cuenta cómo ha azotado a nuestro país la pandemia. La caída se produjo sobre todo en los meses de marzo, abril y mayo, coincidiendo con la primera ola. A partir de junio las cifras se recuperaron. La primera ola tuvo un profundo impacto, pero luego hemos aprendido a convivir con el virus, manteniendo un ritmo de excelencia pese a la situación hostil que había en ese momento, lo que pone de manifiesto la capacidad de reconstrucción del programa. De no haber sido por el COVID, hubiéramos batido el récord del 2019 -se alcanzaron los 5.449 trasplantes en España-.

– ¿A qué se debió ese brusco descenso durante la primera ola y no en el resto de meses?

– Esto era algo irremediable en España por la saturación del sistema. Ha habido dos factores que durante ese tiempo limitaron sobre todo nuestra actividad. Por un lado, la saturación de las Unidades de Cuidados Intensivos durante las semanas más críticas. Si no hay camas UCI no se puede trasplantar. En segundo lugar, el miedo a trasplantar en un entorno pandémico porque se desconocía cuál era el efecto que podía tener la enfermedad por parte de los pacientes. Se desconocía el efecto del virus sobre los pacientes trasplantados inmunosuprimidos. Por lo tanto, había esa reticencia al trasplante en un momento de transmisión comunitaria sostenida y en un momento, en el que no estaban habilitados los circuitos libres de COVID. Durante esa primera ola se paralizaron prácticamente todos los trasplantes, pero al tratarse de un servicio esencial sí se seguían realizando aquellos que tenían carácter de urgencia, pero en caso de saturación como la de la primera ola se priorizaban donantes más jóvenes, de Urgencia 0, en situación crítica o los niños más pequeños -el trasplante infantil alcanzó su máximo histórico con 197-.

“Lo que más me preocupa en el momento actual es el agotamiento del personal sanitario, llevan meses en una situación de estrés continua”

– A pesar del descenso, acabamos muy por encima del resto de países.

– Sí. Acabamos el año con unas cifras que superan con creces las de cualquier país de nuestro entorno en era no pandémica. En el resto de países, la pandemia también ha alterado las cifras de trasplantes y donaciones, pero todavía desconocemos cuánto. Lo iremos conociendo a lo largo de los próximos meses.

– Más allá de la ocupación de las camas UCI, ¿cómo ha alterado la pandemia el proceso de donación y trasplante de órganos?

– En condiciones normales solo entre el 1 y el 2% de personas que fallecen en un hospital lo hacen en condiciones de ser donantes. Sabiendo esto, en el momento en el que vivimos, el proceso de donación se tiene que resentir forzosamente porque no hay capacidad para desarrollar un proceso de donación de tal complejidad si el sistema sanitario está colapsado. Además, nos hemos visto obligados a aplicar nuevos protocolos para prevenir cualquier posibilidad de contagio. Por otra parte, en la primera ola tuvimos muchas dificultades de traslado de órganos, ya que había un menor número de vuelos comerciales y un mayor número de restricciones para que los equipos quirúrgicos se pudieran desplazar entre centros. Ahora ya no estamos teniendo ese tipo de problemas.

– Habla del impacto de la primera ola, ¿cree que esta tercera pueda tener un impacto similar en los trasplantes?

–El factor más limitante para nosotros es la saturación de las UCI. A partir de aquí, es evidente que la 3ª ola va a tener un impacto, de hecho ya está teniéndolo, pero no creo que vayamos a vivir lo mismo que en la primera, cuando a la saturación se sumó el desconocimiento, la falta de capacidad diagnóstica. Ahora estamos más adaptados y mejor preparados. En nuestro caso, desde la ONT hemos desarrollado recomendaciones claras a la hora de donar para garantizar la seguridad del proceso. Se hacen pruebas PCR tanto a donante como receptor. Si el resultado es positivo, no se continúa con la donación. En el caso de que un donante haya pasado el COVID y fallezca por otros motivos, han de pasar dos semanas desde que comenzaron los síntomas hasta la donación. Hemos generado evidencias sobre cómo afecta la epidemia a los trasplantados y hemos investigado si la posibilidad de contagio a través del órganos donado era posible. No hemos tenido ningún caso a este respecto.

“De no haber sido por el impacto de la crisis sanitaria del coronavirus, hubiéramos superado con creces el número de trasplantes de 2019”

–Entonces, ¿una persona trasplantada tiene más riesgo de contagio?

–Tiene mayor incidencia y mayor gravedad. Está en discusión si ese riesgo es por su carácter inmunosuprimido o si se debe a la comorbilidad del paciente trasplantado, además son pacientes con otras patologías asociadas y que por lo tanto, son factores de riesgo para la COVID. En cualquier caso es un colectivo que se considera particularmente vulnerable y, a priorizar en el programa de vacunación.

– Mientras los trasplantes en adultos sufrieron un descenso de casi el 20%, los pediátricos alcanzaron su máximo histórico (197).

–Así es. Esto se debe, por una parte, a que el COVID ha tenido un menor impacto en este colectivo, además de las nuevas estrategias que se vienen desarrollando desde la ONT para reforzar en este ámbito tanto a nivel nacional como internacional. Hemos visto una mayor generosidad entre la gente. Muchas familias deciden donar órganos porque les da cierto consuelo.

“La tercera ola va a tener un impacto en el programa, de hecho ya está teniéndolo, pero no creo que vayamos a vivir lo mismo que en la primera”

– Aunque vemos que la ONT ha conseguido que el programa de trasplantes se mantenga, ¿qué es lo que más le preocupa de la situación actual?

– Me preocupa el agotamiento de todo el personal sanitario. Llevan casi un año en una situación de estrés continua, me inquieta el efecto psicológico que todo sobre ellos, además de su cansancio físico. Por eso hay que tener en cuenta el bienestar físico y profesional de este colectivo. Ellos están dando el do de pecho y son el reflejo de algo que no se valoraba tanto y es la calidad profesional y humana de nuestros sanitarios.

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