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Jueves, 7 de noviembre 2024, 21:03
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Enric Marco (1921-2022) es uno de los personajes más escurridizos de este último siglo. Un sindicalista de Barcelona que durante más de treinta años engañó a toda una sociedad e incluso a su propia familia. Aseguraba haber huido de España tras la Guerra Civil, y haber sufrido el Holocausto nazi como el preso número 6.648 del campo de concentración alemán de Flossenbürg. Como supuesto superviviente, se convirtió en una figura mediática, gracias a su carisma y don de la palabra. En sus discursos y charlas, narraba como suyas las experiencias de otros. Incluso llegó a encabezar importantes asociaciones dedicadas a la defensa de la memoria histórica y de las víctimas. Hasta que el historiador Benito Bermejo investigó su pasado y destapó que nunca había estado encarcelado. Todo era una farsa. Marco lo admitió, pero no se arrepintió de nada. Decía hacerlo por una causa noble. Ahora, Eduard Fernández se introduce en su pellejo en Marco, que llega a Cines Van Dyck este viernes.
Si con El 47 Fernández ya partía como favorito al Goya a Mejor Actor de este año, ahora con Marco termina de coronarse. El camaleónico actor catalán (Fausto 5.0, El hombre de las mil caras, Mediterráneo) encarna a un maestro de la picaresca, alguien que dio voz a las víctimas y que dedicó tiempo y esfuerzo sin cobrar a cambio, pero también un narcisista que siempre acaparaba la atención, que necesitaba sentirse admirado y que, a fuerza de falsear su biografía, terminó creyéndose sus propias mentiras. «No queríamos juzgarlo ni blanquearlo», han comentado en entrevistas los directores del filme, Aitor Arregi y Jon Garaño, autores de las brillantes Handia (ganadora de 10 premios Goya en 2018), La trinchera infinita (Concha de Plata en Donosti) y Loreak. Aquí, combinan con habilidad varios géneros: el thriller de suspense, lleno de pistas y cabos sueltos; el drama personal, cuando la familia del impostor se resquebraja; y el ensayo sobre la verdad, sobre los límites entre realidad y ficción. De ahí la presencia constante de reflejos, espejos y sombras. Nada más arrancar el filme, de hecho, la dupla de realizadores subrayan el artificio al mostrar la claqueta, y también mezclan imágenes documentales con otras inventadas. Buscaban reflexionar sobre la memoria y la capacidad del relato para suplantar a los hechos.
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