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Un sanitario empapa un terrón de azúcar con la antigua vacuna de la polio ante la mirada del niño que la iba a tomar.
Del terrón de azúcar a la vacuna de ARNm

Del terrón de azúcar a la vacuna de ARNm

La evolución de la ciencia en el último siglo ha sido meteórica. Deja en el recuerdo el “dulce” compuesto contra la polio y la cicatriz en el hombro del pinchazo contra la tuberculosis

Viernes, 30 de julio 2021, 16:56

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“Nunca en España ni en el resto del mundo hemos tenido una vacunación masiva como la actual contra la covid, una campaña de tal envergadura que incluso han surgido términos nuevos como el vacunódromo”, destaca María del Carmen Sáenz, catedrática jubilada de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de Salamanca. Y es que hasta ahora no se había registrado un problema sanitario de este calibre. Es cierto que la gripe de 1918 fue parecida porque el contagio era por aerosoles, pero entonces no había posibilidad de inmunizar. La revolución experimentada sobre todo desde el año 2000 en técnicas moleculares y de ingeniería genética han posibilitado que en solo medio año estuvieran disponibles los compuestos contra el coronavirus que modifican el ARN mensajero para brindar a la células instrucciones sobre cómo producir la proteína S y que el organismo genere anticuerpos.

Un sistema que está a años luz de la vacuna de la difteria, que surgió en los años 20 del siglo pasado. “Una exotoxina liberaba la bacteria de la difteria que era lo que mataba. Los científicos la manipularon con calor y formol y crearon la sustancia que crea inmunidad pero no la enfermedad”, explica Sáenz. Esta técnica se aplicó después al tétanos y al carbunco. Los avances se consiguieron también contra la viruela, cultivándola en piel y luego en embriones de pollo hasta atenuar al virus y que perdiera su capacidad para atacar.

“Contra la polio se logró atenuar el virus en el laboratorio, fue un exitazo”, asegura Sáenz, catedrática de Medicina Preventiva

Junto a la vacuna contra la difteria, fue obligatoria por primera vez en 1943. Así hasta los años 50, cuando surgió la poliomelitis, una enfermedad infecciosa que afecta principalmente al sistema nervioso y que causó estragos en niños, provocándoles discapacidades y problemas de movilidad. Según Sáenz, el antídoto fue tan revolucionario como ahora las vacunas de ARNm.

El éxito contra la polio

“Se consiguió modificar el virus atenuándolo en el laboratorio, fue un exitazo”, relata la catedrática. Los que ya tienen una edad seguro que recuerdan esta vacuna como la del “terrón de azúcar”, porque se administraba empapado con el compuesto de color rosa. Con el tiempo hubo que mejorar el sistema desactivando por completo el virus, ya que en algunas partidas no estaba bien atenuado y se produjeron brotes. “Ahora es una vacuna muerta, más potente, estandarizada y no ha perdido su capacidad para inmunizar”. A partir de ese momento el desarrollo de vacunas siguió la senda de atenuar los virus y muchas de ellas siguen vigentes. En 1963 fue obligatorio el calendario vacunal en España incluyendo compuestos contra la difteria, el tétanos, la polio, la viruela y la tuberculosis. “Se fueron añadiendo nuevas vacunas, como la del sarampión en los 80, la rubéola, la parotiditis o el meningococo, entre otras”, repasa la experta. Buena parte de los nacidos en entre los años 70 y 80 están marcados por la de la tuberculosis, la BCG, que dejaba una lesión en la piel, la mayoría de las veces en el hombro, donde se pinchaba.

Sin posibilidad de inmunizar, solo con penicilina, la “gripe asiática” de 1957 fue una “hecatombe” en Salamanca

Avances con los que no se contaba en 1957, cuando un virus de la gripe de procedencia asiática se extendió por el país hasta llegar a Salamanca. Son pocas las referencias a esta pandemia en la prensa de época, en plena dictadura franquista.

La ‘gripe asiática del 57’

LA GACETA publicó el 5 de octubre que se extendía por España “con caracteres benignos”. Unos días más tarde el diario informó que la “gripe asiática” había hecho aparición en Teruel. Aunque con carácter benigno “en muchas casas casi todas las familias se hallan retenidas en la cama, y en las oficinas y talleres son muchas las bajas que ocasiona esta enfermedad”. Un artículo de opinión de Polo Fuertes en leonnoticias.com, estudiante en aquella época en Salamanca, califica el contagio de “hecatombe”, dado que los alumnos sin síntomas como él se vieron en la obligación de ejercer de sanitarios y administrar inyecciones de penicilina. “Los dormitorios corridos de los pequeños se convirtieron en sanatorios de esputos. 400, 500, 600, 700 enfermos. Y todos a la vez, eso sí que era una pandemia en condiciones”, relata Fuertes. Cuando se abarrotaron los hospitales de la capital, se habilitaron en el colegio del Aspirantazgo Maestro Ávila dormitorios corridos para los más graves. “Fue un mes de noviembre y parte de diciembre terrible” recuerda en el artículo.

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