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Viernes, 17 de septiembre 2021, 17:28
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Las Urgencias del Hospital Virgen de la Vega cerraron sus puertas el jueves una vez que comenzaron a funcionar las del nuevo Hospital. Este edificio se construyó en el II Plan Nacional de Instalaciones del Seguro de Enfermedad para atender a la creciente clase obrera que en 1965 estaba obligada a suscribirse a este seguro. La entonces “residencia universitaria y ambulatorio” no contó con servicio específico de Urgencias hasta 1982, área que puso el punto final ayer a un capítulo imprescindible en la historia de la sanidad salmantina. Un servicio donde las celebraciones, sobre todo las navideñas, eran mas entrañables por las pequeñas dimensiones del espacio y del personal.
“En el Virgen de la Vega se ha vivido el cambio de la medicina más generalista a la especializada, así como la especialización de las Urgencias”, cuenta Ángel Bajo, médico del servicio hasta hace unos meses. Fue testigo de parte de aquella primera época, en la que los dormitorios de los facultativos estaban junto a la antigua capilla, “un espacio con condiciones hasta insalubres”, recuerda.
Los años de actividad en el Virgen de la Vega han dejado anécdotas como la del paciente “habitual” de Urgencias que un día rompió tres puertas, dos cristaleras y pegó a un médico. “Lo detuvo la Policía y a las cuatro horas nos lo mandó el juez para que le hiciéramos un reconocimiento por si él también había sufrido alguna agresión”, rememora. Más alegre fue el día que una mujer a punto de dar a luz se “entretuvo” en aparcar el coche en el parking en vez de acudir directamente al servicio. “Al final tuvimos que atender el parto en el propio aparcamiento”. En otra ocasión los urgenciólogos tuvieron que asistir a un paciente con un infarto que había acudido al servicio de Traumatología y a otro muy especial que luego derivaron a Neurocirugía. “Era un hombre que llegó con siete clavos en la cabeza después de utilizar una clavadora eléctrica. Afortunadamente, y aunque parezca increíble, no falleció y quedó bien”. Ángel reconoce que las celebraciones entre los trabajadores del “Vega” siempre eran las más entrañables, sobre todo las de Navidad. “Por las dimensiones de espacio y del personal la relación es más intensa. Los actos de Fin de Año y Navidad eran más cálidos”.
“Me da mucha pena que se cierre el Virgen de la Vega. Entiendo que vamos a mejor, pero yo llevaba más de 30 años allí”, asegura Miguel Ángel Riesco, uno de los urgenciólogos más veteranos del servicio con 31 años de actividad. Recuerda especialmente cuando el ciclista Mario Cipollini entró por la puerta de Urgencias en 1994 tras sufrir una dramática caída en el sprint final en la capital. “Salimos hasta en la tele y me pusieron de jefe de servicio, que no lo era”. Michel, como le llaman los amigos, atesora recuerdos gratos “como cuando le salvas el pellejo a un señor”. Reconoce que lo peor es cuando muere un niño. “Ahora viene la gente con cosas más tontas, recuerdo a un señor de la Sierra con 90 años que llevaba siete días con tobillo roto y fue al médico al final porque ya le dolía”. Tampoco olvida cuando hace poco una mujer de más de 90 años y decidió que se moría en su casa y pidió el alta voluntaria. “Algo agradable también fue un parto que atendimos en la entrada del servicio. La señora parió en el coche con el que habían llegado hasta el acceso de Urgencias”. Por todas esas vivencias casi estaba obligado a pasar ayer por la mañana por el servicio. “Después de 30 años, cómo no vas a pasar. Ahora, en el nuevo Hospital, a ver si somos listos y sabemos coger las cosas positivas de los dos sitios para atender bien a la gente”, asegura contento porque empezó ayer mismo sus vacaciones y se evita la mudanza y los problemas que se asocian a ella.
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