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Jueves, 9 de junio 2022, 15:26
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El trabajo de los radiofísicos no se basa en revisar que las máquinas que generan radiación funcionen correctamente. No son mecánicos, sino físicos. Son los radiofísicos los que analizan y planifican cómo hacer llegar una dosis de radiación al paciente.
Por decirlo de una manera sencilla, el oncólogo decide cuánta radiación quiere darle a un paciente -como si la radiación fuera el medicamento- y los radiofísicos son los que se encargan de que esas dosis de ‘medicamento’ que ha prescrito el oncólogo le lleguen al paciente de la mejor manera posible.
¿Cuál es la mejor manera? “Cuando se habla de radiación la premisa es dar tanta como realmente sea necesaria, pero cero de forma gratuita”, resume Carlos Martín.
La radiación puede generar dos tipos de efectos: estocásticos y deterministas. “El efecto estocástico depende de la probabilidad de roturas de cadena de ADN. Basta una única partícula, un fotón, que incida mal en una cadena de ADN, y que el cuerpo no sea capaz de regenerarlo, para que se pueda producir un cáncer. Pero eso te puede pasar en la calle por la radiación del sol, de la tierra... Pero si en lugar de un solo fotón te van 800 millones de fotones, es más probable que exista un riesgo, aunque el cáncer que te puede producir es el mismo. Por eso es por lo que intentamos minimizar la radiación para que haya menos probabilidad de accidentes”, explica Martín Rincón.
El otro tipo de efectos que genera la radiación tienen que ver con la cantidad de radiación recibida. “Por debajo de un umbral no se producen, pero superando un determinado valor de radiación pueden aparecer eritemas en la piel, caída capilar, descamación, etc. Lo que intentamos aquí es que nunca se superen esos umbrales para que no se produzcan estos efectos”.
Si con la Radioterapia el objetivo es darle máxima radiación posible al tumor, pero la mínima a las zonas sanas de alrededor, el dilema con las pruebas de Radiodiagnóstico es diferente: “Cuanta más radiación usas, más calidad de imagen obtienes, pero hay que encontrar un equilibrio entre una calidad suficiente para diagnosticar, pero con la menor radiación posible para el paciente. Es decir, puedes abusar de la radiación y obtener unas imágenes con una calidad excelente, pero que en realidad no era necesaria porque con mucha menos dosis se podía obtener un diagnóstico perfectamente”.
Lo que dejan claro los profesionales es que el Hospital no escatima con las pruebas diagnósticas si realmente son necesarias para la salud del paciente. “Hacer un TAC -que da mucha radiación- de manera repetitiva y sin fundamento no tiene sentido, pero si el paciente en verdad lo necesita se busca cómo hacerlo”.
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