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Miércoles, 11 de diciembre 2019, 20:35
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Desde octubre hasta marzo, aproximadamente, el servicio de Urgencias del Hospital recibe a decenas de personas que han sufrido una intoxicación por monóxido de carbono. “En Salamanca hay muchas intoxicaciones. Estamos hablando de entre 70 a más de 100 casos todos los años”, afirma Ángel Bajo, que lamenta el dato más negativo: “También es frecuente que alguna de estas intoxicaciones se cobren la vida de alguien”.
La estadística no falla. “Sabemos que en estos meses van a empezar a llegarnos muchos casos de intoxicación. De hecho, ya ha habido pacientes este año. Como se trata de una intoxicación conocida nos resulta fácil identificarla y tratarla”.
El principal foco de intoxicación son los vetustos braseros de cisco. Están muy arraigados en los pueblos, no consumen electricidad y a las personas mayores les cuesta jubilarlos. “Es increíble que todavía tengamos tantos problemas con los braseros en esta Comunidad”, lamenta Bajo, que añade: “En estas épocas de frío también es frecuente alquilar casas rurales. La gente lo tapa todo para que no entre aire, encienden la chimenea y la combustión de la leña no es buena, así que van inhalando el monóxido y se quedan dormidos porque es una intoxicación silenciosa”. El monóxido no huele y no se ve. Es un gas que pasa desapercibido mientras está actuando.
El monóxido surge por una mala combustión de los productos de petróleo, la leña, el carbón... “Es mejor un fuego vivo, pero siempre que el humo que desprende vaya hacia arriba. Si ese contenido de monóxido que se produce se queda allí, es importante que al menos la habitación esté ventilada”.
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