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La impresión que tiene el ciudadano de a pie es que no hay ningún criterio para autorizar o prohibir actividades o elementos decorativos en la Plaza Mayor. El Ayuntamiento, a pesar de haber redactado un reglamento de uso del monumento, permite lo que quiere y, si se ve en apuros, recurre a la Comisión Territorial de Patrimonio, que tampoco tiene un criterio fijo para pronunciarse. Prohíbe los cortavientos de las terrazas por el «impacto visual» pero mira para otro lado mientras el Ayuntamiento consiente la mayor aberración en el monumento:las casetas que se instalan para las ferias del libro de mayo y de noviembre, que cada una tiene una duración aproximada de 15 días y que, entre montaje y desmontaje, pueden tener «okupado» el ágora durante al menos 20 días en cada una de las dos ediciones.
Por no hablar de los monumentales escenarios de las fiestas y de lo que no son fiestas de septiembre. El Ayuntamiento consiente y Patrimonio mira para otro lado. Ahora sabemos que hay un pacto no escrito y que con normas o sin normas, se autoriza o se prohíbe con criterios poco claros y para nada objetivos y sujetos a la arbitrariedad de cada momento.
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