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Amenábar relata los intentos de fuga de Cervantes en la cárcel de Argel

El director de 'Mar adentro' imagina en 'El cautivo' los cinco años en que el joven escritor estuvo preso… y cómo sobrevivió contando historias

La Gaceta

Salamanca

Viernes, 12 de septiembre 2025, 19:01

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Pocas carreras más deslumbrantes que la de Alejandro Amenábar (1972). Ganador de un Oscar y de ocho Goya, tiene en su haber hasta tres de las 10 películas españolas más taquilleras de todos los tiempos: Los otros (2001), Mar adentro (2005) y Ágora (2009). El hecho de haber estrenado solamente siete filmes en tres décadas hace que cada nuevo proyecto suyo se reciba como un verdadero acontecimiento. Si en sus inicios cultivó el thriller contemporáneo (Tesis, 1996; Abre los ojos, 1997), en los últimos años se ha lanzado con valentía al drama histórico, en torno a figuras excepcionales, como Hipatia de Alejandría, como Unamuno en Mientras dure la guerra (2019) y como, ahora, Miguel de Cervantes. El cautivo, que llega ya a las pantallas de Van Dyck y Van Dyck Tormes, se centra en el escritor más importante de la literatura en castellano. En concreto, en uno de los episodios menos conocidos de su vida, pero fundamental en su trayectoria: los cinco años que, junto a otros prisioneros cristianos, pasó en una cárcel de Argel. Amenábar -responsable del guión, la realización y la banda sonora- lo convierte en un relato de aventuras y en una oda a la creación de historias, que salvaron el pellejo del autor de El Quijote.

Un Cervantes de 28 años (aquí, Julio Peña, en su primer papel protagonista) viajaba desde Nápoles en un barco que unos corsarios árabes capturaron en 1575. De todas las peripecias que después se encadenarían (incluido su rescate in extremis gracias a unos sacerdotes), lo que más llama la atención son sus intentos de fuga. Se documentaron hasta cuatro tentativas de huida que, sin embargo, no le penalizaron con consecuencias graves. De ahí quizá se deduzca un trato preferente del Bajá de Argel, Hasán (Alessandro Borghi, conocido por Las ocho montañas). Partiendo de la realidad -durante la última década, Amenábar ha leído ingente material sobre el manco de Lepanto, de ensayos a biografías-, esta ficción imagina que aquel joven soldado, que aún no había publicado ningún libro, comprendió en la cárcel el poder de la narración. No solo para amenizar el día a día de sus compañeros (Miguel Rellán, Fernando Tejero, Luis Callejo), sino para entretener al Bajá, quien le concedía nuevas oportunidades de libertad si éste le alimentaba con sus cuentos, a la manera de Sherezade. Allí, en una cultura muy diferente a la de su país natal (y más libre, en cierto modo), Cervantes también se empapó de personajes y experiencias, sobre las que fabularía en su literatura. Amenábar lo rueda con su habitual atención al detalle, una espléndida puesta en escena y una elegante fotografía de Álex Catalán, premiado por La isla mínima, 1898 o Grupo 7.

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