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Lunes, 17 de febrero 2020, 20:54
Si preguntásemos a 100 personas, seguramente 90 asociarían el párkinson a personas mayores y a temblores. Era lo mismo que pensaba Almudena Gómez, una salmantina que tiene ahora cuarenta años. Hace cinco recibió una noticia que le cambió la vida. “El diagnóstico me dejó en shock, ¿Cómo podía tener párkinson si no tengo temblores y tengo 35 años?”, expresaba a la neuróloga que le confirmó los resultados de las pruebas.
Todo empezó con un dolor de espalda en el hombro izquierdo que asoció a una posible contractura causada por su trabajo como teleoperadora. Sin embargo, aparecieron nuevos síntomas. “Cuando iba andando se me quedaba el brazo izquierdo rígido, no braceaba; al lavarme el pelo o al cortar la carne notaba que no tenía fuerza en el brazo izquierdo o incluso cosas tan cotidianas como aplaudir”, explica sobre el inicio de la enfermedad.
A los seis meses de comprobar que no era nada pasajero, acudió al médico de Atención Primaria y se encendieron todas las alarmas al derivarla al neurólogo de urgencia. A pesar de eso, ella estaba tranquila: “No estaba asustada porque pensaba que no era nada”, recuerda. Ya en el especialista, todo tipo de pruebas neurológicas hasta que llegó el diagnóstico de una enfermedad que hasta ese momento desconocía totalmente. “Hay muchas más cosas que los temblores que identifican el párkinson y tú las tienes. Asume que tu vida va a cambiar completamente”, parafrasea las palabras de la especialista que le dio el diagnóstico. El diagnóstico también dejó en “shock” a sus familiares. “Mi marido estaba fuera y dice que fue el viaje más largo de toda su vida”. El impacto también llegó a sus familiares que al principio les costaba comunicar la noticia en el pueblo por el propio desconocimiento.
Pronto comenzaron a aparecer los siguientes síntomas. “Llegó la pérdida de equilibrio, me quede sin olfato casi completamente... y dormir no más de cuatro horas seguidas”, enumera. Entre todos estos síntomas no estaba el temblor, un movimiento involuntario que, a pesar de los mitos, afecta tan solo a un mínimo porcentaje.
La evidencia que más se observa desde el exterior, nadie la asocia al párkinson: la lentitud. “Eres como un robot. Se te agarrotan los dedos de los pies y no te puedes mover y haces todo con muchísima lentitud”, explica. Mientras que la sociedad es comprensiva con las personas mayores, se enfrenta a menudo con miradas que exigen rapidez a alguien que no puede por capricho, sino por incapacidad: “Situaciones cotidianas como buscar las monedas en la cartera en la cola de la compra o meter los productos en la bolsa provoca que te miren raro”, ilustra. Incluso cuando agarra la mano de sus dos hijos cuando va por la calle recibe miradas de extrañeza con los que se cruzan: “Gente que te mira como dónde va esta borracha con dos niños”, subraya. “Solo pedimos paciencia porque nuestra mente va deprisa, pero nuestros pies despacito”, recuerda.
Por ello, ve necesario que debería haber más sensibilización entre la sociedad para una enfermedad que afecta a más de un millar de salmantinos, muchos de ellos con menos de 50, como se denomina comúnmente a las personas jóvenes a las que se les diagnostica. Frente a los casos mayoritarios, su enfermedad es aún más rara porque no es hereditaria
Almudena ha asumido que el párkinson será su sombra durante toda la vida. Lo asume con naturalidad y valentía. “El futuro lo miro desde el mañana con mucho optimismo. Si hoy solo puedo hacer una cosa, la haré; pero si mañana puedo hacer mejor”. Al control de la medicación, le suma el apoyo incondicional de su marido, sus dos hijos y la Asociación Párkinson Salamanca de la que salió huyendo al conocerla y que posteriormente acabaría convirtiendo en parte de su vida. “Al principio es duro porque te ves reflejado en cómo serás cuando seas mayor, pero luego somos todos una familia”, señala. En el día de hoy sigue pedaleando con el reto de participar en las 24 horas el mayor tiempo posible, convencida de la necesidad de visibilizar que el párkinson es mucho más que temblores y una enfermedad de personas mayores. Concluye con un consejo para aquellos que pasan por su situación: “La vida sigue y esto no es más que una piedrita en el camino. Siempre hay que mirar hacia adelante, aunque sea despacito”.
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