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La Gaceta
Sábado, 11 de enero 2025, 06:00
Cuando uno cierra su quiosco en la plaza de los Basilios después de 33 años y el barrio entero le rinden un homenaje algo habrá hecho bien. Este es el caso de Heraclio Vicente Gallego, quien explica que su secreto tras haber recibido tanto cariño es haber tratado bien a la gente que compraba en su quiosco.
Su historia comienza hace 33 años. Llegaba a la ciudad y un anuncio en LA GACETA le cambió la vida. «Vine, hablé con el dueño, y la verdad es que no me engañó en nada. Me explicó cómo funcionaba, que yo desconocía totalmente el funcionamiento del kiosco», describe mientras que ultima detalles dentro de su quiosco ya prácticamente vacío.
Heraclio ha ido adaptando el negocio a los tiempos que le han tocado vivir. «Comencé con papelería, prensa y chucherías. Después, en los últimos años, he puesto mucho más libros y me ha ayudado», destaca.
La pandemia, como a muchos, le cambió todo. «Aquí había una academia de extranjeros y con esos trabajaba muy bien. En los recreos se vendía agua, refrescos, que en realidad esa es lo que más le ganabas. Entonces cerraron con la pandemia y me afectó mucho», argumenta.
Para regentar un quiosco durante más de tres décadas hay que estar hecho de otra pasta y olvidarse de la conciliación. «Aquí no había conciliación, yo me perdí mucho de mis hijos y gasté mucho dinero en contratar a gente aquí en el quiosco y en casa para que nos ayudaran a mi mujer y a mí a cuidar a nuestros dos hijos», detalla.
Otro de los rasgos característicos del negocio de Heraclio ha sido la confianza. «Yo ya lo he dicho en más ocasiones, el 99% de la clientela que yo tengo los dejo con la puerta abierta y la caja del dinero y no hay ningún problema. No he tenido nunca problemas con nadie», apuntala.
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