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El pequeño negocio de Salamanca ya lamenta tener que afrontar otra pérdida, ya que en la mañana de este martes la mítica zapatería Paco Rascón colgaba en su escaparate varios carteles con el mensaje «cierre por jubilación». La tienda se ubica en el número 74 de la céntrica y famosa calle Toro.
Su dueño, Paco Rascón, abrió su primera tienda con tan solo 22 años, soñando con un futuro prometedor que no contemplaba la aparición de Internet o la competencia de la moda low cost, entre otros factores que fueron apareciendo con la evolución de los tiempos y que obligaron al emprendedor, convertido con los años en todo un experto y referente en Salamanca, a reinventarse.
Después de su fuerte despegue, se sumó a todos aquellos atrevidos que ofrecieron a los salmantinos de los ochenta y los noventa las tendencias más vanguardistas y las mejores calidades. Con el cierre de este negocio y de otros muchos que están despidiéndose de sus clientes después de toda una vida, muchos salmantinos recordarán hoy cómo hace varias décadas se enamoraban de un par de zapatos que podían tocar y observar a través de un escaparate, y no a través de la pantalla. Una de las cosas que los dueños de la zapatería recuerdan con nostalgia.
«Llevamos toda la vida trabajando juntos en este negocio y hemos sentido que este era el momento de irnos. Ofrecí a mi marido seguir, pero sabíamos que si continuaba yo, él seguiría pendiente de esto conmigo indirectamente», explica la mujer del dueño.
Toda una vida al mando de una tienda de estas características, ubicada en plena calle Toro y con mucho significado para algunos clientes, supone una gran responsabilidad y la pareja reconoce haber priorizado por encima de todo la satisfacción de sus clientes: «Hemos estado décadas trabajando juntos, viviendo juntos y el trabajo nos ha fortalecido, pero también nos ha privado de algunas cosas. Trabajábamos de lunes a sábado, con unos horarios de apertura amplios y no podíamos hacer cosas tan simples como salir a comer juntos o disponer de tiempo para nosotros», asegura.
La triste realidad es que la tienda dará el adiós definitivo próximamente y la trapa bajará hasta el suelo para no volverse a levantar.
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