01 abril 2023
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Los recuerdos de una vida ligada al tren en Puerto de Béjar

El ferrocarril y la estación tuvieron una notable actividad en la localidad salmantina | Llegó a haber hasta una escuela con 52 alumnos

20 jun 2022 / 19:52 H.
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Vicente Bravo de Soto y Máximo Hernández son vecinos de Puerto de Béjar cuya vida transcurrió ligada de forma muy estrecha a la estación de tren de Puerto de Béjar y a la vía férrea a su paso por la localidad. El primero era uno de los numerosos hijos de Antonio Bravo de Soto, extremeño de origen y guardagujas de Puerto, y el segundo, hijo de Máximo Hernández, también extremeño y uno de los encargados del mantenimiento de la vía.

Vicente recuerda con cariño su vida en la estación. Nació en la Colonia de la Estación como muchos de sus hermanos ya que su padre llegó desde Cabeza del Buey para trabajar en la estación: “Podía elegir entre Puerto de Béjar o Fuentes de Oñoro y se quedó en Puerto por estar más cerca. Vino con tres hijos y el resto nacimos aquí en la Colonia de la Estación. Nacimos once más. Era guardagujas y se encargaba del cambio de los raíles. Primero cambiaba las agujas de forma manual y tenía que hacerlo a un kilómetro de distancia. Después lo automatizaron y pudo hacerlo desde una cabina que ahora es uno de los atractivos de la nueva estación de Puerto”.

Vicente Bravo de Soto, en la estación de Puerto de Béjar, donde nació
Vicente Bravo de Soto, en la estación de Puerto de Béjar, donde nació

El padre de Vicente Bravo de Soto también se encargaba de introducir los vagones en las inmensas naves de la estación para que cargaran los materiales que allí se recogían ya que, como añade Vicente, era como un polígono del número de fábricas y negocios que había: “había fábricas por todos sitios: de tonelería, granja de huevos, ebanisterías, panadería, había incluso un economato. Era inmenso. Siempre estaba llena de gente”.

Tal era la actividad que se generaba en torno a la estación de Puerto que tuvieron que abrir un colegio que servía también a la zona del Coto y todo el entorno de la antigua N-630 hacia Baños. “Cuando lo inauguraron estábamos 52 niños. Ahora en el colegio se ha construido un albergue de peregrinos”, señala Vicente, quien conserva “recuerdos muy bonitos de aquella época”.

También guarda recuerdos de toda esa época Máximo Hernández, que sigue viviendo en la casa que le vio nacer junto a la vía del tren reconvertida ahora en vía verde. “Te acababas acostumbrando”, explica en alusión al ruido que generaban los trenes que pasaban a unos pocos metros de su casa. “Uno pasaba a las doce de la noche y otro a las seis”, indica. El resto lo hacían de día de forma constante hasta que en 1984 comenzó el declive con el decreto del cierre de los trenes de pasajeros. En opinión de Máximo, no debería de haberse cerrado ya que las posibles pérdidas que pudiera conllevar esa línea serían compensables con otras, pero no fue así y la línea cayó en el olvido.

Máximo Hernández en la antigua vía férrea y al lado de la casa donde nació hace 63 años.
Máximo Hernández en la antigua vía férrea y al lado de la casa donde nació hace 63 años.

Su padre llevaba el mantenimiento de la vía, raíles, traviesas y demás. Era uno de los integrantes de la brigada de vías y obras. Natural de Villar de Plasencia llegó como eventual a Puerto para trabajar en la vía y allí se jubiló tras cuarenta años de servicio. “Los que había en esta zona trabajando eran casi todos extremeños porque aquí la gente vivía de las fábricas y servía muy bien el tren para cargar. Esta estación tenía mucha importancia, estaban todas las casas habitadas y había unas fábricas importantes en aquel tiempo. Esto no era un apeadero, era una estación importante porque aquí venía gente de los pueblos a traer las mercancías al tren porque camiones había muy pocos. El ganado venía también de abajo, sobre todo ovejas, que hacían las trashumancia. Tenía sus cuatro vías para hacer apartaderos para los trenes; es decir, que tenía su importancia”, confiesa.

Entre sus recuerdos figura también el rodaje de la película “El bosque animado”, alguna de cuyas escenas se grabaron muy cerca de su casa. Tanto él como su padre participaron como extras. “Nos tocó ir a Béjar a vaciar un vagón lleno de hierro y luego era el que sirvió también para la película. Fue un espectáculo”. “Fue una ruina que se cerrara”, concluye, aunque el camino natural y la puesta en marcha del proyecto turístico en la estación han devuelto una necesaria vitalidad a la zona.

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