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La señora María Benito González de Cantalapiedra llega este lunes a sus 101 años. Lo hace rodeada del cariño de sus familiares, hijas, nietos y bisnietos la arroparán con su compañía en una jornada sin grandes alharacas pero con la celebración que merece superar el siglo de vida. La señora María ha superado incluso la pandemia, durante la cual ha sido mimada por sus hijas Carmen, Chus, pero sobre todo Isabel, que es la que vive en Cantalapiedra, y la que día a día se encarga de que no le falta de nada. Aunque ella se conforma con poco, eso sí, la lectura y el rezo diario no faltan entre sus hábitos. Cada vez menos, pero hasta hace poco leía libros enteros y le gustaba pasar el tiempo haciendo crucigramas.
Tiene grandes recuerdos del pasado porque es una mujer que no ha perdido el tiempo. Su hija Carmen recuerda que su madre se encargó del cuidado de sus padres en su casa hasta que fallecieron, y también de una tía lejana, Petra, a la que llamaban cariñosamente ‘Petrilla’.
“Los domingos por la tarde nuestra casa era lo más parecido a los actuales centros de día, porque en la cocina de la casa (con una gran ventana a la calle) se reunían los dos abuelos maternos, la tía Petra, la abuela paterna, y las tres hermanas de la abuela materna que también acudían. Charlaban durante la tarde y terminaban con un chocolate con barra de pan del día que les hacía María muy gustosamente”, relata Carmen.
María es la segunda de sus cinco hermanos y es madre de cinco hijos. Uno de los cuales falleció hace años, desde entonces este es uno de los dolores más fuertes que padece como madre.
Otra pérdida importante fue la de su esposo, al enviudar. Al poco de casarse, abrieron el famoso bar Tresillo de Cantalapiedra, pues este es el mote por el que se le conoce a su esposo en la villa. Probablemente, su bar, fuera el primero de la localidad, porque hasta entonces solo había tabernas. “El bar se abría muy temprano para atender a las personas que iban al campo y para servir el aguardiente a los más madrugadores”, recuerda. Fueron tiempos de mucho trabajo. Porque como ama de casa, además de ayudar en el bar, también criaba a sus hijos y se hacía cargo de las labores del hogar.
Ahora se ayuda de un andador para moverse y es poco lo que sale de casa, por no decir nada, porque los años van pesando. Antes iba a misa a diario. Es fiel devota de la Virgen del Carmen. Razón por la cual fue presidenta de la cofradía que hay en Cantalapiedra. Se echa de menos su presencia en las novenas que cada verano se hacen en la iglesia parroquial. Su hija recuerda haber acudido con ella a llevar cestas de comida y ropa a personas que lo necesitaban.
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