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La plaza que perdió terreno en un referéndum popular

A mediados del siglo XVI los vecinos de Ledesma votaron para dar el visto bueno a perder un trozo de plaza y hacer una nueva capilla en la parroquia. Era 1556 y hubo 194 votos a favor y 1 en contra, el del herrero

Martes, 7 de mayo 2019, 13:06

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La época actual, no es la única en la que algunas cuestiones importantes se someten al voto de los vecinos. Así, a mediados del siglo XVI, los vecinos de Ledesma fueron llamados a una importante votación.

Se trataba de dirimir si se cedía una parte de la Plaza Mayor, concretamente una vara y tercia de suelo, para que se pudiese añadir a la capilla nueva que se estaba construyendo en la iglesia de Santa María la Mayor. La plaza ya era en aquel momento uno de los puntos neurálgicos de la villa ledesmina y la decisión no era baladí.

El asunto arrancó el 20 de julio de 1556, cuando el mayordomo de la iglesia pidió al Marqués de Cuéllar permiso para añadir a la capilla “cuatro pies” del terreno de la plaza, algo que permitiría hacer más amplia la nueva dependencia de la iglesia. Tanta era la relevancia de la obra que se mandó pregonar por la localidad la convocatoria de un concejo abierto de los vecinos para dar su opinión sobre esta cesión.

Tan seria fue la convocatoria que hasta se había previsto una multa de un real a cada uno que no acudiese a la reunión en la que debían dar su opinión a favor o en contra del asunto.

La comparecencia de los vecinos de la villa ledesmina fue masiva y el concejo abierto se llevó a cabo en la tarde del 22 de julio de 1556. Los documentos acreditativos de la reunión recogen las opiniones a favor de la cesión con argumentos como : “se elimina un rincón y no trae perjuicios a la plaza, a la par que gana en ornato el recinto público”. El apoyo a ceder esta parte de la plaza era unánime y fue ganando votos y opiniones favorables hasta sumar un total de 194 votos.

No obstante, la historia que transcribió el llamado ‘juez de residencia’, el licenciado Sebastián de Figueroa, también incluye un voto en contra de la cesión del terreno. En concreto el del herrador Julián Guerra, que quería mantener los terrenos de la plaza tal y como estaban para no permitir a la parroquia ampliar la nueva capilla.

Al parecer los intereses de este vecino estaban en juego ya que la decisión afectaba de lleno a una parte de su fragua que se encontraba en la zona en la que se había previsto la ampliación. Él creía que la altura de la nueva edificiación podría perjudicar su negocio.

El enfrentamiento entre el herrero y el resto de los vecinos no fue a más y acabó con la aprobación de la cesión con 194 votos a favor y 1 en contra.

El acuerdo se firmaría el 7 de agosto de 1556 por parte de Francisco Hernández de la Cueva, Marqués de Cuéllar. Al año siguiente, el 28 de mayo de 1557, se completó esta singular página de la historia común de la Plaza Mayor y la iglesia de Santa María.

El protagonista del colofón de la historia también quedó reflejado en las crónicas y fue el cantero García Saravia que, conforme a la traza de la nueva capilla, señaló los cimientos y la parte de la plaza que era necesaria para la ampliación. Además se le mandó que “en el encuentro no tuviera esquina, sino que quedase en redondo”.

Toda la historia está recogida en el archivo parroquial de la villa de Ledesma, así como en el libro de José Ramón Nieto González, editado en 1975 y dedicado al templo, y da buena cuenta de lo importante que para los vecinos ha sido siempre la Plaza Mayor, que ocupa, junto con La Fortaleza, los dos puntos más elevados de la villa sobre el Tormes.

Centro de poder, cárcel y peso de comerciantes

La iglesia de Santa María la Mayor, con novecientos años de historia, es el edificio más longevo en pie en la actualidad en la Plaza Mayor.

En ella, observando la disposición de los edificios, se puede ver la preocupación que hace más de cuatrocientos años había por la organización de las necesidades de los vecinos.

Justo frente al templo más destacado de la localidad, se edificó la Casa Consistorial en cuyas instalaciones estaba también ubicada la llamada Prisión Real, algo de lo que da fe una antigua inscripción. Sus bloques de granito llevan en su puesto desde 1484. Mirar de frente este enorme edificio también supone contemplar uno de sus aspectos más hermosos, que es la balconada que se añadió casi cien años después. Cuatro grandes arcos dan ligereza a esta primera planta del edificio que no tuvo los huecos cubiertos por vidrieras hasta que las realizase en 1889 José Delclaux. El llamado Palacio de Don Beltrán de la Cueva conserva los escudos, picados en la I República, de Francisco de la Cueva, II Duque de Alburquerque y Conde de Ledesma, y de Francisca Álvarez de Toledo, hija de los primeros Duques de Alba. Desde sus balcones se sabe que los nobles veían con todo detalle tanto las corridas de toros organizadas en la plaza, como los autos sacramentales que se representaban y las celebraciones religiosas.

Bajo sus balcones está el singular Arco de Roderos, que lleva directamente hasta la Alhóndiga fundada en 1580 por el Obispo de Útica, Pedro del Campo, y que servía para dar auxilio a los pobres en las temporadas de hambruna. La casa del peso a pocos metros, servía para dar fe que se comerciaba respetando la norma de la renta del peso del concejo.

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