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La artesanía del cuero “a sus pies” desde las mejores manos

Eduardo González es el único artesano que mantiene la tradición en Macotera, una villa que fue santo y seña del oficio

Jueves, 14 de marzo 2019, 20:53

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El tiempo parece haberse detenido en Macotera y en la calle Guarnicioneros, que rememora la importancia que el oficio tuvo en la villa, sólo se escucha levemente el traqueteo de una antigua máquina de coser Singer en el taller de Eduardo González.

En una de las habitaciones de la casa familiar, con luz natural que entra por un lado de la calle y por otra de un amplio patio, se conserva el regusto de antaño y uno se imagina las generaciones que han pasado por el taller atraídos por su buena fama en la confección de botos camperos y otros artículos de cuero.

El paso del tiempo y los avances tecnológicos apenas se dejan sentir en una labor que durante siglos se ejecuta con la misma delicadeza y precisión milimétrica para que el resultado en los pies de cada cliente se ajuste “como un guante” aunque en esta ocasión hablemos de botos.

La elección de una piel de calidad es, sin duda, la base para crear un calzado que en su día demandaban agricultores y ganaderos para las faenas del campo, al que se fueron sumando representantes del mundo de la tauromaquia, y que hoy sigue teniendo “tirón” entre todos ellos e incluso se ha puesto de moda entre los que eligen un “look” campero para vestir.

El corte de las piezas que darán forma a los botos ya no tiene secretos para Eduardo que, desde niño, vio hacerlo a su padre y éste a su vez a su abuelo perpetuando una tradición que iniciaron sus tatarabuelos.

“Es algo que siempre he visto hacer en mi casa, que me gusta y que ahora es mi medio de vida”, comenta Eduardo González.

Unas piezas de madera sobre las que se coloca el cuero cortado y mojado para que vaya tomando forma llaman, también, la atención porque el zapatero suele sacarlas a la calle para que se sequen al natural y muchos son los que se acercan a ellas con curiosidad de saber qué son y en qué se emplean.

El cosido a mano para ir confeccionando el boto sobre la horma es otra de las partes del proceso que más asombra mientras el zapatero combina fuerza y destreza y emplea, además, protecciones de cuero en ambas manos igual que hacían en su época sus antepasados.

Piel de ternera, forros de lana de oveja y suelas son los materiales de unos botos camperos que tienen tras de sí un proceso completamente manual, con acabados en los que se cuida hasta el último detalle y muy alejados de los que se pueden producir en serie en una fábrica.

Zapatos y cinturones salen también del taller de Eduardo González para dar respuesta a la demanda que va llegando en los últimos años y que tienen gran aceptación entre una clientela que sabe apreciar la calidad de lo hecho a mano.

Eduardo no oculta su orgullo por mantener en Macotera la saga de zapateros que dio merecida fama a la localidad y que, si nadie lo remedia, está condenada a desaparecer porque él es el último eslabón y, por ahora, no salen aprendices a los que transmitir el oficio.

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