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Isabel Alonso
Salamanca
Domingo, 26 de mayo 2024, 08:48
Pasó su infancia entre Santa Teresa y Sancti Spíritus y ahora es cónsul adjunto en La Habana, desde donde responde a esta entrevista entre los recuerdos felices de su niñez y la satisfacción de haber llegado a ser diplomático procediendo de una familia convencial y ajena a este mundo.
¿Cómo un niño de Santa Teresa llega a ser cónsul en La Habana?
—Tras mucho esfuerzo y muchas piruetas. Cuando era niño en Santa Teresa nunca me hubiera imaginado acceder a esta vida, ¡ni siquiera imaginaba entonces lo que era o lo que hacía un diplomático! Lo cierto es que el principal escollo en todo el camino fueron mis propios prejuicios: durante años estuve convencido de que solo se podía acceder a la carrera diplomática perteneciendo a una gran familia o teniendo contactos y que, por tanto, ese era un terreno vedado a alguien que sale de una familia convencional como yo. He podido comprobar por mí mismo que estaba equivocado: en la España del siglo XXI, por fortuna, a nuestro cuerpo se accede por mérito y capacidad.
¿Lo ha tenido más difícil siendo de un pueblo pequeño?
—Probablemente sí, pues en Santa Teresa no se tenía acceso a mucha información y cultura cuando yo era niño, ni se tenía contacto con idiomas extranjeros. Pero ahora todo eso ha cambiado y con internet se tiene acceso desde pueblos como Santa Teresa o Sancti-Spíritus, en los que yo viví de niño, a muchas oportunidades formativas o culturales.
¿Siempre tuvo claro que quería ser diplomático?
—En absoluto, ha sido una búsqueda de años. Con 18 años me fui a Madrid a estudiar ingeniería de telecomunicaciones. Durante años trabajé en París como ingeniero e incluso estudié literatura hispánica en la Sorbona. Cada vez le fui perdiendo más el miedo a dar el salto hacia la diplomacia y aunque me costó tomar la decisión de renunciar a un trabajo estable en París para ponerme a opositar, ya que eso implicaba vivir de ahorros y estudiar diez horas diarias durante años, ahora estoy convencido de que mereció la pena.
¿Qué recuerdos tiene de su infancia en Santa Teresa?
—Fue tranquila y feliz, allí se salía y entraba de casa con total libertad y todos nos conocíamos. A veces se echan de menos la familiaridad, la tranquilidad y la certidumbre en la vida tan vertiginosa que llevamos. Por supuesto que sigo teniendo contacto con el pueblo, ¡casi la mitad de Santa Teresa es familia mía!
Este es su primer año en La Habana, ¿cómo está siendo su vida allí?
—El país entraña sus dificultades por el desabastecimiento de muchos productos, pero la gente y su carácter hacen que merezca la pena. A los españoles se nos tiene en Cuba un franco aprecio y aquí uno se siente como en casa. La Habana es una ciudad fascinante, y lo cierto es que el pueblo cubano tiene un verdadero don para la música. De hecho, estoy intentando aprender a bailar salsa, pero todavía me queda un largo trecho para llegar a un nivel aceptable.
¿Cuál es su labor allí?
—El Consulado General de España en La Habana es uno de los más grandes de nuestra red exterior, la demanda de servicios es altísima con más de 1.000 personas al día. La labor es amplísima y abarca desde la atención a los españoles que enfrentan problemas aquí en Cuba, incluyendo visitas a cárceles, hasta posibilitar la participación electoral, la expedición de visados, labores notariales, de registro civil.... En definitiva, se ofrece una multiplicidad de negocios jurídicos que en España proporcionan distintas administraciones y que en el exterior se canalizan a través de embajadas y consulados.
Antes estuvo en Puerto Príncipe ¿cómo fue su vida en Haití?
—Haití es un país desconocido. Mi trabajo allí era más político que el que desempeño actualmente. Por desgracia, ha sufrido calamidades muy numerosas como terremotos, huracanes o la violencia cruenta de las bandas armadas, que ha puesto al frágil Estado haitiano contra las cuerdas. Fue un destino difícil, la tensión en Puerto Príncipe se respiraba en el ambiente y tenía que desplazarme a todas partes con escolta armada de la Policía Nacional, cuya profesionalidad aprovecho para destacar y agradecer. A pesar de esas dificultades, guardo un recuerdo paradójicamente entrañable del país.
¿Vivió algún momento duro allí?
—Viví bastantes: desde secuestros de personas conocidas por parte de las bandas armadas hasta un terremoto, el de agosto de 2021, pasando por barricadas humeantes y disturbios que obligan a dar rodeos con el coche o por tiroteos a unos cientos de metros de casa, que le desvelan a uno en medio de la noche, e incluso periodos de obligado encierro en casa porque la actividad de las bandas armadas obligaba a paralizar por completo la ciudad, por enumerar algunos ejemplos.
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