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Miércoles, 22 de febrero 2023, 18:36
Gonzalo Gutiérrez Ingelmo regresó a su pueblo, Guijo de Ávila, el año pasado tras tres décadas de trabajo en Madrid, donde se fue a los 14 años para estudiar y donde desarrolló toda su vida laboral.
De marchar a estudiar con 14 años, al final, ... fueron más de treinta fuera del pueblo, ¿Verdad?
—Me fue a estudiar a Madrid, interno a un colegio. Me despegué muy rápido de las faldas de mi madre. El colegio era militar y allí hice una FP de hostelería y al acabar entraba al ejército directamente. Allí es donde he hecho mi vida siendo militar 27 años. Fue en el Cuartel General del Ejército de Tierra y allí tuve oportunidad de desarrollar mi profesión en unas condiciones muy favorables. Estar allí me ha permitido conocer gente muy buena y he dejado muchos amigos.
¿Por qué se vino al pueblo después de esa vida tan intensa?
—Cuando cumples los 45 años pasas a la reserva activa y tengo una pensión. Podría haber trabajado allí en Madrid pero decidimos venirnos porque María, mi pareja, es de Guijuelo y porque creo que debíamos volver a nuestros orígenes. Mi hijo Gonzalo, de 8 años, tras hablarlo en casa fue el primero que votó en venirse porque aquí es libre. Va, viene, sale y tiene esa libertad de que no tenemos que estar todos los días con él para ir a los sitios. También la calma y el acercamiento a los padres, que van mayores y hay que disfrutar con ellos aportarlos lo que ellos nos han dado antes.
¿Qué recuerdos guardaba de su pueblo cuando estaba en Madrid?
—Los recuerdos de mi niñez. He sido muy feliz en el pueblo y por eso no tenía reparo en que mi hijo se criara aquí. Es uno de los motores y si él está bien aquí, nosotros también.
¿Y lo del bar? ¿Cómo surgió la idea de abrirlo?
—Al venirnos para acá había que hacer algo y me ofrecieron el bar. Me he criado en él porque mi madre lo tuvo también, conozco a la gente y no me arrepiento de haber vuelto. Da mucho trabajo, pero también muchas alegrías.
¿Cuánto tiempo lleva con él?
—El 19 de mayo de 2022 fue la inauguración. Estamos -bromea- como si fuera el año de prueba, pero creo que está superado. No es lo mismo regentar tu propio negocio porque tienes tus desvelos pero la idea que vimos de darle un empujón al pueblo y aportar creatividad y alegría se está cumpliendo. Es el centro neurálgico del pueblo y soy de la opinión de que demás de tener el bar hay que cuidarlo y trabajarlo. No se puede estar amargado.
¿Echa de menos Madrid?
—Son más de treinta años fuera porque, aunque vienes fines de semana o vacaciones no vives de continuo en el pueblo y tienes tu proceso de adaptación. De vez en cuando te tienes que ir a Madrid para mantener ese contacto con la ciudad aunque hace poco estuve y ya vi que me estaba calando el pueblo. Estamos muy bien comunicados y tenemos oferta de actividades en Guijuelo como la piscina, escuela de música, gimnasio y, si no, tenemos Béjar. Hay también un sentimiento de colaboración y de ayuda entre unos y otros.
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