La frustración de vivir en un bucle temporal: vive anclada en 2010 y pierde la memoria cada 48 horas

¿De qué sirve la felicidad cuando no eres consciente de ella? ¿Qué valor tienen las experiencias si no puedes recordarlas? Cada capítulo de los últimos 24 años de vida de Vanesa Centelles están en blanco, y siguen sumando día a día. Cada 48 horas aproximadamente vuelve al punto de partida, a una tábula rasa junto a su pareja, quien hace un año, de la noche a la mañana, pasó de ser su gran amor a ser un completo desconocido. «Decían que yo demostraba mucho más amor que él, y ahora las tornas han cambiado», cuenta Vanesa en confianza, mostrando una honestidad abrumadora cuando antes era cautelosa. «Yo era extrovertida, segura de mí misma...». Ahora evita a la gente y se muestra distante, huidiza. «Es frustrante y agobiante cuando alguien se dirige a mí y no puedo recordar quién es». Hace un año Vanesa, de 44 años, sufrió «un accidente isquémico», apunta, una circunstancia que se da cuando se detiene el flujo de sangre a una parte del cerebro por un breve período de tiempo.

«Yo trabajaba y vivía en Alsasua, en Navarra y cuando me pasó esto, en el hospital, me preguntaban que dónde trabajaba y respondí que en el centro médico de Barcelona». Y es que la memoria de Vanesa se ancló a su último recuerdo disponible cuando vivía en la ciudad condal, 13 años antes de ese momento: «Recuerdo con nitidez de 2010 para atrás, sin embargo, de esa fecha hacia adelante todo es difuso». Un bucle temporal que se repite cada dos días, en el que los recuerdos recientes caen en el cajón del olvido. «Estábamos en el mejor año de nuestras vidas, todo el mundo me lo ha dicho», comenta Vanesa, quien ha encontrado en un cuaderno donde apunta su día a día a su mejor aliado. Una «nueva» vida que costó aceptar. «Ahora voy llevando mejor el salir a la calle, el estar con la gente». Vanesa se había caracterizado siempre por su carácter afable, pero también por su admirable memoria: «Me sabía mi DNI, el de Miguel Ángel y el de mi hijo». Esta pérdida de memoria afecta también al recuerdo de su hijo, actualmente un joven de 22 años, pero que para ella en su mente «si pienso ahora mismo en él, para mi tiene 10 años, vuelve a ser un niño», cuenta con entereza.

Por si su historia fuera poco común, a su situación se suma una circunstancia aún más rara, que afecta a sólo dos personas en el mundo. «En Salamanca me detectaron antes de la pandemia una alteración genética, que no sabemos si pudo afectar. Tengo macrotrombocitopenia, una cantidad de plaquetas menor, pero de mayor tamaño, es algo hereditario y poco frecuente». Cuando ocurrió el episodio en Alsausa, pidieron a los médicos que se pusieran en contacto con sus compañeros en la capital charra, algo que no hicieron, y lamentan la falta de atención inicial, ya que no pudo ser atendida por falta de personal y cuando se desplazó hasta el hospital de Pamplona no tuvo una atención adecuada. «Me hicieron el TAC cuando entré, me subieron a la planta de geriatría, ya que no había sitio en neurología y durante tres días solo pasó una enfermera a darme Lorazepam cada cuatro horas, no vino ningún médico» lamenta Vanesa.

Los ojos de Miguel se empañan de lágrimas contenidas cuando comparten su historia. «Nos conocimos el 31 de enero de 2018», rememora, «y de repente me convertí en un desconocido para ella». Cada día Miguel le envía vídeos y fotos durante el día, haciendo que su amor florezca como la primera vez, reconquistado a la mujer de la que está enamorado.

El hacer pública su situación ha ayudado a que el entorno que rodea a Vanesa comprenda y mire con otros ojos pequeños detalles. «Por ejemplo, cuando voy al colegio de mi sobrina a buscarla, algunas madres me dicen que ahora entienden por qué a veces me saludan y yo hago un gesto, porque no me recuerdas», explica con detalle, en su casa de Ciudad Rodrigo, donde familia y amigos, arropan a Vanesa para que su vida siga adelante.

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