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Ciudad Rodrigo
Lunes, 5 de febrero 2024, 06:45
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Para las personas ciudadanas del mundo como Claire Thacker a menudo hay más de una familia, y resulta fácil empaparse de las tradiciones de otros países, y hasta enamorarse de ellas. Esto es lo que le sucedió a esta escocesa dedicada a la didáctica del inglés para alumnos de distintas partes del mundo. Claire Thacker, natural de la ciudad costera de Dundee, en tierras escocesas, llegó a Ciudad Rodrigo por primera vez en septiembre de 1986 para dar clases en el instituto Fray Diego, y desde entonces la localidad salmantina se ha convertido en un segundo hogar.
«Mi primer Carnaval fue en febrero de 1987. Me asusté un poco, sobre todo cuando corrieron los toros por la calle Madrid», admite entre exclamaciones. «Me hicieron mucha ilusión los carnavales, tanta gente y tanta marcha. Me encantó todo», y es que el miedo se convierte en adrenalina durante las Fiestas Grandes, y el ambiente festivo arrastra a los foráneos irremediablemente.
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Pero aquello solo era el principio, porque Claire ha inculcado su pasión por el Carnaval del Toro a su familia: «En 1988 estaba dando clases en Madrid y volví con un amigo inglés, el que es ahora mi marido». La década de los 90 fue una etapa de hacerse cargo de su prolífica familia. «Con cuatro hijos no era tan fácil viajar». Pero se trataba de un «hasta luego», y no un «adiós» definitivo. «Ahora vuelvo casi todos los años», asegura, y este será uno de esos años.
Claire no conocía nada de la cultura mirobrigense cuando llegó a la localidad, pero la belleza de Salamanca la acabó acercando a la ciudad amurallada de Miróbriga. «Estudié filología española en la Universidad de Edimburgo. Hace falta pasar un año en España. Elegí la provincia de Salamanca porque me pareció bonita, pero no se puede elegir la capital, así que me dieron Ciudad Rodrigo. Al recibir la carta con los detalles del instituto, busqué un mapa par ver donde estaba», cuenta.
Pasó su estancia en Ciudad Rodrigo en la zona amurallada, por la que solía pasar, admirando el castillo y la zona del río. La forma de vivir el Carnaval es, asegura, como la de cualquier otra persona de la zona. «Paso el Carnaval en los bares, por la plaza, los domingos andando hacia el campo para ver los caballos y los toros y, claro está, cantando La Campana Gorda». Si existiera una prueba para conceder la nacionalidad mirobrigense, esa sería sin duda la popular canción de «La Campana Gorda», que se enseña desde la infancia en los colegios, y que todos corean durante las fiestas. Claire aprendió la letra en 1987.
Durante los últimos años de la década de los 80 hizo amistades de esas que perduran a pesar de la distancia y que alimentan el alma, enriquecen y abren horizontes geográficos. «Marisa y Marga son como mis hermanas españolas. Aquí tengo segunda familia», apunta. Poco a poco, al igual que los constructores de tablaos transmiten la tradición a las nuevas generaciones, Claire transmite su vínculo con la localidad a sus hijos, con los que ha regresado en otras ocasiones el Carnaval. «He vuelto con dos de mis hijos», señala. Explicar el Carnaval a quien no lo ha vivido de primera mano no es fácil, pero ha despertado inquietudes.
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