El último romanero de España mantiene vivo el oficio en su taller de Salamanca

¿Qué es un romanero?

El oficio de romanero o constructor de romanas se remonta a periodos muy antiguos, aunque como su nombre indica, será en el periodo de la Roma clásica cuando se defina claramente el instrumento que ha llegado hasta nuestro tiempo.

¿Y qué es una romana?

Es un instrumento que sirve para pesar, cuyo funcionamiento se basa en las propiedades físicas de la palanca. Se compone de una palanca de brazos muy desiguales, con el fiel sobre el punto de apoyo. El cuerpo que se ha de pesar se coloca en el extremo del brazo menor, y se equilibra con un pilón o peso constante que se hace correr sobre el brazo mayor, donde se halla trazada la escala. Cuando alcanza un equilibrio, el brazo adopta una posición totalmente horizontal y el fiel vertical. El peso se lee en el brazo graduado. Este objeto ha sido realizado siempre por los romaneros, siendo un oficio de mucha precisión ya que su calidad dependerá del ajuste y sensibilidad.

¿Tienen utilidad práctica las romanas hoy en día?

En la era de lo digital, hoy se sigue pesando de la forma más económica, ecológica, sin necesidad de energía eléctrica y sin generar ningún tipo de residuo ni basura al final de la vida útil, con reciclaje fácil. Además, tampoco hay miedo a cortes de electricidad ni a desprogramaciones.

¿Quiénes las usan?

Ferreterías y almacenistas de ferretería, viveros y almacenes de pienso. Tiendas de productos artesanales en pueblos típicos y ciudades patrimonio de la humanidad por toda España, de donde parten para regalar la artesanía de Castilla y León por todo el mundo. Tienen un gran valor cultural, son ligeras y manejables, fáciles de usar y con pesos exactos. No necesitan mantenimiento y el marcado se hace con la técnica del cincelado, que es imborrable.

¿Quedan más romaneros?

Es posible que yo sea el último romanero en activo en España. Con mi habilidad trato de penetrar en nuestro tiempo acelerado, por el placer de la obra bien hecha, precisa, con mis manos educadas en el oficio que me enseñó mi padre Gabriel y mi tío Rafael Jaén Jiménez, que a su vez aprendieron el oficio de su padre Manuel Jaén, y sabiendo que el padre de mi bisabuelo, Pascual Jaén, ya forjaba romanas. Nos remontamos al menos a cinco generaciones.