El pincollo: así es la tradición que ha recuperado Lagunilla

El imponente castaño plantado en el entorno de la cooperativa de la localidad lucía ya desde días atrás para protagonizar lo que en Lagunilla se llama la subida al pincollo por parte de los quintos.

En esta ocasión se reunieron los quintos nacidos en 2004 y 2005, cinco en total, para protagonizar una multitudinaria fiesta que reunía cada año a centenares de personas. Los protagonistas de esta celebración fueron Alba, Carla, Celia, Mario y su primo Ibai, de Cantagallo.

Sus familias fueron las encargadas de organizar una celebración que dio comienzo con un recorrido al son de la charanga por las calles del pueblo al que cada vez se sumaban más y más vecinos. De regreso a la explanada de la cooperativa, los cinco quintos y algunos jóvenes más hicieron el intento de subir por el inmenso árbol entre aplausos, voces de ánimo y vivas a los quintos del público congregado.

Posteriormente, la fiesta continuó en el interior de la cooperativa, donde se celebró una multitudinaria comida a base de embutidos, queso, empanadas, tortillas y otras sabrosas viandas además de dulces, entre los que no podían faltar los típicos coquillos. Años atrás se celebraba un convite casa por casa de cada quinto, pero el descenso de jóvenes en la celebración y la presencia de centenares de personas animó a hacer uno más completo en el que colaboran todas las familias de los jóvenes participantes.

Otras tradiciones

Esta de los quintos y el pincollo es una de las tradiciones que cuentan con un gran arraigo entre los vecinos de la localidad. Allí se mantienen otras que se han perdido ya en otras zonas. Es el caso de la sarna, una quema de muñecos en la víspera de San Juan que antaño se hacía por los barrios, o la Zumbá, la cencerrada que se celebra cuando un viudo se casa de nuevo.