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María Rivero sirve a los vecinos de Gallegos de Argañán y pueblos cercanos desde hace doce años. CASAMAR
El lamento de una tendera de la ‘Salamanca vaciada’: “Tengo más proveedores que clientes”

El lamento de una tendera de la ‘Salamanca vaciada’: “Tengo más proveedores que clientes”

María Rivero posee una pequeña tienda de alimentación en la localidad de Gallegos de Argañán, donde el impacto de la invasión de Ucrania también se nota en la subida de precios y las peticiones de los vecinos

Sábado, 26 de marzo 2022, 13:38

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Las consecuencias de la guerra en un mundo globalizado llegan, al más puro estilo del efecto dominó, hasta la apacible localidad de Gallegos de Argañán, enclavada en la comarca de Ciudad Rodrigo y próxima a la frontera hispanolusa, y para la que los cambios de unos tiempos que no dan respiro no pasan desapercibidos. La subida de precios derivada del conflicto en Ucrania ha llamado a la puerta de la tienda de María Rivero, una vecina del municipio que regenta uno de los dos únicos establecimientos de alimentación en los que los habitantes pueden comprar sin tener que salir del pueblo.

Hace doce años que adquirió el comercio, desde que la anterior propietaria se jubiló. “Por aquel entonces yo estaba sin trabajo, así que me lancé a llevarla”, cuenta. Los precios no dejan de subir últimamente, una sorpresa desagradable que recibe diariamente, y la obligan a modificar el precio al cliente constantemente, aunque lo justo para obtener el margen de beneficios mínimo. “Ha subido el precio del aceite de girasol, la leche también ha vuelto a subir, al igual que la pasta y los productos enlatados”, lamenta.

“Este trabajo resulta duro y me conformo con poco margen; tengo más proveedores que clientes”, reconoce. Afortunadamente, vivir en Gallegos de Argañán le resulta confortable, ya que su marido es ganadero en el municipio, lo que le permite conciliar su vida familiar y acudir al trabajo sin tener que desplazarse.

El comportamiento del consumidor medio ha contagiado también a los que acuden a su tienda cada día. “La gente se lleva más aceite, en lugar de llevar una caja de leche se llevan dos”. Incluso hace poco se quedó sin existencias y tuvo que ingeniárselas para conseguir más lo antes posible. “La gente tiene miedo”, reconoce.

Por otro lado, este aumento de precios provoca que los vecinos decidan ahorrar en aquellos bienes que no son de primera necesidad, como los dulces.

Aunque durante el 2020, año fulminante en cuestión de pandemia, ella estuvo de baja por maternidad, revela que artículos como el alcohol para uso sanitario, el papel higiénico y los guantes de látex se agotaban rápidamente. Ahora, con más normalidad en ese aspecto, los clientes vuelven a pedirle todo tipo de artículos insólitos, como flores, lo que la obliga a veces a desplazarse a Ciudad Rodrigo. “Hay un cliente que hasta me pide que le eche la primitiva”, comenta animada.

De momento descarta dar servicio a otros pueblos, pero lo que sí hace es llevar los pedidos a domicilio a las personas mayores que no pueden desplazarse con facilidad ni cargar peso. “Los más modernos me hacen los pedidos por whatsapp”, recalca. Ahora su tienda también es un punto en el que los vecinos solidarios adquieren alimentos como conservas y legumbres para colaborar con una campaña de ayuda a Ucrania.

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