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Martín de Yeltes
Miércoles, 20 de noviembre 2024, 17:35
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Actos tan cotidianos como comprar el pan que cada día preside muchas mesas de la provincia de Salamanca ven peligrar su continuidad en los municipios pequeños. La falta de oportunidades en ocasiones, la despoblación en otras y la ausencia de relevo generacional están colocando en una situación límites a los hornos y obradores que, durante décadas, fueron punto de encuentro para los vecinos de muchas localidades.
Más de treinta años de trabajo se acumulan en las paredes de la panadería que la familia Marcos Sánchez tiene en la localidad mirobrigense de Martín de Yeltes. Rafael, natural del municipio, regresó a su tierra desde Francia tras el fallecimiento de Franco y tomó las riendas del establecimiento que ya existía en la localidad: «Nosotros volvimos al pueblo en 1978 y ya estaba en funcionamiento», recuerda Isabel Marcos Casado, hija de Rafael, «y cuando él falleció, mi hermano cogió el relevo y ahora no queremos que este negocio y todo el esfuerzo se pierda».
Isabel recalca la dificultad que tienen para reabrir los negocios que bajan la trapa en las zonas rurales y por ello, buscan nuevas manos que quieran continuar el legado a través de la plataforma Negocio Rural. «Mi hermano se jubila pronto y nosotros todos tenemos trabajo», señala, « y además la mayoría de hermanos estamos a pocos años de llegar a la jubilación y nos gustaría que gente joven tomara el timón».
Esta panificadora, reconstruida hace veinte años, cuenta con obrador, despacho de venta, un baño, almacén para harina y está equipada con un horno de leña, un horno de gasoil, máquinas de envolver, amasar, y para dar forma a panes y bollos que tienen mucha demanda en la comarca mirobrigense. «Además hacemos pan candeal de masa madre que no se puede encontrar en un supermercado», cuenta con orgullo Isabel.
Por el momento han tenido varias personas interesadas y en algún caso el acuerdo para que haya relevo está muy bien encaminado: «Hay que ser positivos y sería bonito seguir viendo abierta esta parte de nuestra vida».
Otro caso que guarda cierta similitud es la panadería que se encuentra en Morasverdes. Fermín Martín trata de encontrar savia nueva para la panadería que abrieron sus padres en este municipio. «La iniciaron mis padres hace muchos años, luego la llevaron las mujeres de los tres hermanos que somos ya que nosotros tenemos otro negocio aparte», indica Fermín.
En los últimos diez años, la panadería ha estado alquilada «hasta que el chaval lo tuvo que dejar porque no podía trabajar bien con las manos». La dureza de este oficio es, para Fermín, uno de los problemas para encontrar personas dispuestas a lanzarse a la aventura. «Es un trabajo que exige madrugar mucho y también esfuerzo físico durante el proceso de amasado» apunta.
En el caso de esta panadería, reformada hace poco tiempo, el local cuenta con una nave de 250 metros cuadrados, dos hornos, uno giratorio de leña, amasadora, refinadora, formadora de colones, baguettes y extendedora de pan y cuarto para fermentación sin estrenar. Fermín reconoce que ha habido algunas personas interesadas «y que incluso han venido a ver las instalaciones, pero no ha cuajado nada de momento», indica.
«Si un pueblo pierde el bar y pierde la panadería, es como si perdiera la vida», lamenta Fermín. Dos panaderías que tratan de eludir el cauce del olvido para seguir alimentando y endulzando la vida en los pueblos.
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