El agricultor José González Sierra camina por su huerto observando algunas de las pocas hortalizas que se conservan. JORGE HOLGUERA

«Yo he aprendido de verlo toda la vida»

Pese al duro clima que caracteriza a la zona, los vecinos han heredado conocimientos que les hacen hábiles en la destreza de hacer producir la huerta

Jorge Holguera

Cantalpino

Lunes, 3 de noviembre 2025, 07:38

Hay una localidad en la provincia de Salamanca famosa por sus hortelanos. La horticultura, además de ser una profesión, ha sido históricamente en este pueblo el apoyo necesario para el mantenimiento de la economía familiar. Por lo menos, la huerta ha generado alimentos incluso en los momentos más difíciles. Además sigue siendo forma de vida de profesionales que venden sus productos por toda la provincia con el aliciente que aporta la proximidad a su oferta en forma de frescura, calidad, menores gastos de transporte y envases o procesos para su conservación.

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Aunque hay huertos en todos los pueblos, en Cantalpino destacan por el conocimiento que atesoran sus habitantes. Son expertos hortelanos, una cualidad que comparten con la cercana Arabayona de Mógica. Ambos pueblos tienen fama por sus patatas de calidad, aunque lo cierto es que también saben cultivar de forma virtuosa otros productos hortícolas a pesar del duro clima.

En el pueblo ponen en valor el terreno ligero del término municipal pero también aluden a la facilidad de acceso al agua que siempre tuvieron, gracias a que se podía acceder a esta haciendo pozos poco profundos de los que abundan en el contorno del casco urbano. Si se echa de menos la presencia de asno, burro o la mula, que antiguamente hacían girar las norias para extraer el agua. Ahora los motores de combustión o eléctricos suplen la tracción animal que contribuía a dibujar el paisaje y además era un miembro más de las familias cantalpinesas como animales domésticos.

Lo cierto es que los cantalpineses destacan por su habilidad en hacer producir sus huertas, incluso aunque se hayan dedicado a otras profesiones. Un ejemplo es el caso de Santiago Martínez, que ha dedicado su vida laboral a la industria automovilística pero que a partir de su jubilación mantiene la afición a la horticultura. Cultiva el huerto de unos familiares.

Un hortelano aficionado pasa el motocultor en su parcela. J.H.

El cantalpinés Santiago Martínez sonríe ante la siguiente pregunta planteada: «¿Por qué son tan buenos los hortelanos en Cantalpino?».

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«Berzas, tomates, patatas, pimientos, calabazas, alubias verdes, de todo», es lo que dice este cantalpinés que producen en su parcela. «Yo he aprendido de verlo toda la vida», asegura. «La agricultura se aprende haciéndolo», añade a la vez que recuerda que su padre también tenía el huerto. En estos días aprovecha que el terreno está propio para ser labrado.

El agricultor José González Sierra que profesionalmente se dedica a la producción de cultivos extensivos, tipo cereales o patatas, también cuenta con su huerto. Es otro ejemplo de aficionados a la horticultura que por un lado conservan los conocimientos hortícolas heredados de sus antepasados y por el otro se llevan productos frescos y saludables a la mesa de sus hogares a diario.

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En estos momentos hay plantas como las de los tomates o pimientos que van ofreciendo sus últimos frutos pero también están procediendo a plantar nuevos cultivos como ajos o cebollas de invierno porque el huerto, aunque tiene su mayor apogeo en la primavera y el verano, se caracteriza por gozar de un ciclo continúo que conocen muy bien los cantalpineses.

Tanto Santiago como José saben crear su huerto desde cero. «Yo me planto mi pimiento que tengo de estos morrones», indica Santiago para explicar que consigue las plantas con las semillas de los frutos que seleccionan en su cosecha.

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Incluso la beata Sor Eusebia Palomino dio muestra de sus grandes virtudes como cantalpinesa hortelana. Se tiene como un milagro, una anécdota sucedida en la localidad onubense de Valverde del Camino, donde la madre del convento se sorprendió con el sabor de unos tomates que había encargado comprar a la monja cantalpinesa. «Son de la huerta», respondió ella. «¿Cómo es posible si los plantaste hace sólo unos días?», se sorprendió la madre.

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