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La plaza de toros oculta en el bosque de Candelario

La plaza de toros oculta en el bosque de Candelario

Fue construida a principios de la década de los 50 por Antonio Toribio Martín. Fiel reflejo de la afición taurina de la época en Candelario, sirvió para realizar tientas con presencia de invitados para disfrutar de un día de campo.

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Domingo, 9 de diciembre 2018, 17:47

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La sierra de Béjar y Candelario guarda innumerables parajes y lugares dignos de visitar en sencillas rutas de día aptas para todo el público. Una de ellas es el camino que asciende hasta el paraje de la Garganta del Oso donde el bosque protege un lugar muy especial y conocido por los vecinos de Candelario pero no tanto para el gran público.Entre robles y pinos, se ubica la conocida como plaza de toros de Toribio, un tentadero aún en pie fiel testigo de la afición taurina existente en el siglo XX en la zona pero que, décadas después, vive abandonado a su suerte.Se trata de un coso con planta circular construido con piedras del entorno y que debe su nombre a su promotor, Antonio Toribio Martín. Data de principios de los años 50 como lugar para la realización de tientas y herraderos de las vacas en una finca privada.Llegar a ella es relativamente fácil a través de un sendero con algún que otro repecho propio de la zona de montaña en la que se encuentra. Se ubica a poco más de veinte minutos a pie de Candelario con inicio de la ruta desde la zona del molino existente junto a un arroyo, en la carretera que une la villa con la vecina localidad de Navacarros. Un pequeño aparcamiento en la parte derecha permite dejar el coche para iniciar el ascenso a pie por un sendero empedrado que discurre paralelo a los muretes que delimitan las fincas ubicadas en esa zona.Las hojas caídas durante el otoño cubren el sendero y, en algunas zonas, ocultan las numerosas piedras en él existentes pero le confieren un encanto especial con una amplia gama de colores algo tardía ya a estas alturas de la época otoñal.Durante aproximadamente un kilómetro, la ruta discurre por el mencionado sendero empedrado y, a su paso, la ruta deja en la parte izquierda un verde prado con una antigua casa y unos metros más allá, un pinar. En ese punto, el camino se divide en dos pero para acceder a la plaza es necesario seguir el sendero que asciende paralelo al pinar. Y es precisamente en esa zona de pinos desde donde el turista puede ya divisar la plaza de toros entre las ramas de los árboles y la maleza. De hecho, localizarla puede ser un entretenido juego para los más pequeños.Para ubicar perfectamente la entrada a la finca, existen los restos de un muro de piedra que se adentra en el camino en lo que es el recuerdo de una antigua puerta estratégicamente ubicada para evitar que las reses descendieran más allá de la finca y accedieran directamente a la plaza de toros.Fue aquel un lugar de encuentro par a los vecinos de Candelario ya que, invitados por el propietario, subían hasta allí para disfrutar de los festejos taurinos que organizaba Antonio Toribio. Durante dos décadas, la plaza de toros vivió su época de plenitud ya que se convirtió en el lugar de encuentro para los muchos aficionados taurinos existentes en la zona que, en plena sierra, disfrutaron del toreo. Vieron allí faenas de maestros como José Gutiérrez Izquierdo, conocido como "El Mirabeleño", padre del torero de Plasencia, Juan Mora. Así lo recuerda Agustín Martín, hijo del creador de la plaza de toros oculta entre el entorno natural de Candelario. Los invitados a las capeas o tientas llevaban las viandas para un tapeo al aire libre y aprovechar la jornada en el campo en el incomparable marco de la sierra reunidos por su pasión por el arte taurino.Más de medio siglo después, el coso y los festejos taurinos allí celebrados siguen en la memoria colectiva de los vecinos de Candelario, que recuerdan a la gran afición que había en la villa en donde también, se cerraba la plaza del Humilladero para acoger los festejos de las fiestas con muy buena acogida entre los candelarienses, comentan Agustín Martín y Ángel Neila.De aquella época, quedan solamente los recuerdos aunque vuelven a la actualidad cuando la plaza de toros de Toribio despierta de su letargo eterno. Y lo hace, allí entre las montañas de Candelario, cuando ve pasar los días hasta que recibe la visita de turistas curiosos que se acercan a ella para contemplar ese lugar especial y realizar un viaje en el tiempo para imaginarse la época de esplendor que vivió a mediados del siglo XX.Abandonada a su suerte es, hoy en día, un lugar muy singular que se conserva prácticamente intacta ya que mantiene la zona de presidencia, las gradas, los burladeros, todo ello de piedra y antiguos maderos que, colocados como horizontalmente, servían para introducir al ganado en la plaza, donde se tentaban.El paso del tiempo no es ajeno a la estructura del coso, que va resintiéndose y se puede ver ya parte caída en una situación que empeorará si no se pone remedio. La maleza, también, va cogiendo terreno cubriendo antiguas estructuras anexas al coso. Y mientras tanto la plaza de Toribio espera la intervención de algún aficionado que conservar su estructura y recuperar, algún día, su esplendor. 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