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El coronavirus nos va encerrando en casa. Se desconvoca todo, conferencias, reuniones, conciertos, funciones de teatro, tertulias... las tardes son un rollo, y puede que vaya por el mismo camino la Semana Santa, que se suspenda o traslade a julio. Habría que volver a los años de la República para ver de nuevo a los pasos y los nazarenos en capilla sin salir a la calle. Entonces fue por motivos políticos y este año, si sucede, sería por razones sanitarias. El golpe para el ánimo de los nazarenos será brutal, claro, igual que para la hostelería, pero todos proclamamos aquello de que la salud es lo que importa. Si finalmente sucede, me pregunto qué sentido tendrán las torrijas, tan vinculadas al Jueves Santo, y cuál el del potaje del Viernes Santo. Creo que fue el escritor Antonio Civantos el que sentenció que el Jueves Santo se inventó para comer torrijas y el Viernes Santo el potaje, aunque uno, devoto de las torrijas de Gonzalo Sendín, y del potaje de Germán Hernández o Pauli, no espera fecha que valga. No me imagino cómo estará José Adrián Cornejo, presidente de los semanasanteros, al que todos los años le cae una, y el de Francisco Gómez, que es el pregonero de este año. Superando el hecho de que se hace raro un pregón de Semana Santa sin que esta se celebre, es que, además, se suspenden las concentraciones en salas y estadios para evitar contagios o se reduce el aforo a una tercera parte. Nadie imaginó que un virus parase el fútbol, que estaba por encima de todo. Pues ahí está. Y si el fútbol se suspende, las procesiones...

Qué difícil se hace el encaje de las publicaciones pasionales ante una semana de Pasión sin pasos, cirios y flores, procesiones, cofrades o bandas; como el encaje de los triduos y otras celebraciones. Me pregunto si todo lo que se ha escrito para esas publicaciones valdrá para otro año. La Semana Santa es también su pórtico, que arranca en los besapiés, que este año no han sido tales, y termina en el Viernes de Dolores, cuando todo se pone en marcha para llegar a la resurrección, que es la clave que sostiene al cristianismo. Sin resurrección no sería lo que ha sido y lo que aún sigue siendo. Hoy, no necesitamos un milagro, basta con hacer caso a la ciencia, nos dicen los políticos y los médicos, y esto incluye cierto aislamiento o bastante. Dosificar nuestra sociabilidad. No besarnos, tocarnos, abrazarnos, hablarnos cerca... hay que poner distancias, que no marcarlas. Jorge Drexler ha hecho canción de ello y afirma que “ya volverán los abrazos”, que ahora hay que saludarnos con el alma, “desde lejos, sé cercano, no se toca el corazón solo con la mano”. Los grandes episodios tienen sus canciones e himnos, e igual esta canción sea el de este, aunque a mí me motive más el Bella Ciao. Sigue la lluvia de memes y memeces. Mi favorito de las últimas horas, es el que distribuye todas las fiestas que se van suspendiendo o aplazando a diciembre: y le encajan. Le sigue el que reproduce el Saturno devorando a sus hijos, de Goya, para augurar lo que puede suceder como los niños estén en casa muchos días seguidos con sus padres y abuelos.

Pero no todo son malas noticias, se ha dado de alta a un contagiado –después de curarse, claro—y se ha ido sin aplausos ni pancartas, como hacían con los enfermos chinos. Por cierto, no sabemos nada de nuestra contagiada de Vitoria, la primera: ¿sigue aislada? ¿qué nos recomienda si caemos? Lo último es que los universitarios no tienen clases. Como en Navidades los exámenes les dejaron sin vacaciones ahora se las toman a beneficio del coronavirus. Cuidado.

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