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A estas alturas de la película, y sobre todo del vomitivo populismo que nos está arrastrando a las cavernas, ya creo en muy pocas cosas. Digamos que más allá de creer en Dios, en la memoria de Jack Kerouac, Luis Buñuel y Ayrton Senna; más allá de creer en “aquel” mundo feliz y veloz de Barbro Peterson, digamos que observo con los ojos congelados por la impotencia, el horror y la desazón. A un criminal, pongamos que hablo de Maduro, le sigue un tonto, a un tonto le sigue un payaso, a un payaso le sigue un inútil, a un inútil le sigue un mediocre, a un mediocre le sigue un tiralevitas, a un tiralevitas le sigue un delincuente... Y suma y sigue... Hablamos de gente como Pedro Sánchez, Theresa May, Pablo Iglesias, Puigdemont, o ahora López Obrador, el penúltimo majadero en ponerse delante de un micrófono, y lo que es peor, delante de un país, de un gran país como México que no merece esta clase de gobernantes, corruptos siempre y ahora también bocazas de puño en alto. Mejoramos...

Pero de repente, cuando todo parece perdido, entre toreros, ex-nadas, deportistas, entrenadores, presentadores de televisión, gays como mérito profesional, o astronautas que nunca debieron bajar a la simple Tierra, surge una leve esperanza, un rayo de luz cuando Albert Rivera le pide públicamente a Pablo Casado un pacto de Gobierno, el pacto lógico, el pacto razonable, pero sobre todo el pacto tranquilo que una a la derecha, al centro y a los liberales en un bloque para la libertad y el progreso que necesita España, y que necesita con urgencia frente a la avalancha de izquierdas que no vacila en unir al otrora civilizado PSOE (hoy ya desaparecido) con terroristas, pijo-comunistas, populistas, resentidos y nazi-onalistas. Si la izquierda no tiene complejos para agarrar el fusil de la intolerancia y la mentira, la derecha no debe tenerlos para defender la democracia que estamos perdiendo. Ya era hora de que el sentido común y la sensatez salieran a escena contra el odio y los malos tiempos que sin duda vienen. Por la democracia, ya era hora. Señores y señoras, hagan juego...

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