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Un partido no triunfa sin un becario en sus filas. Ese trabajador de verano, ilusionado, con ganas de demostrar y aprender y al que alguien sin escrúpulos puede atribuirle mil y un errores asociados a su juventud e inexperiencia. Es una figura imprescindible de partido para los momentos de alta tensión... y Vox, aunque no tenga realmente becario, lo sabe. Este partido ya ha echado mano de la cotizada figura para llamar a Rivera “sinvergüenza”, “acojonado” y presentar al líder naranja como alguien que “lame el culo a Macron”. Casi nada.

Luego hay que ser caballeroso y Vox, como no podía ser de otra forma, públicamente respalda a su becario -¿becario?- y le da ese tironcito de orejas corrector para recordarle con cariño que hay que cuidar ese lenguaje. Eso sí, Vox ya ha advertido que si Cs apoya al PSOE, vuelve a darle el ordenador para que ponga a caer de un burro a Rivera con ese lenguaje soez, fuera de sitio y bárbaro que sólo puede ser atribuible a un partido desencajado. En todo caso sería otro el becario elegido porque al actual, a aquel que supuestamente metió la pata con un lenguaje fuera de sitio, le habrían ascendido en el caso de existir.

Esta pérdida de nervios es una prueba más de que Vox está por darle la razón a Tezanos. Quiere perder la mitad de votos, como dice (más bien desea) el ‘chef’ y quedarse en el millón y bajando, porque si no es imposible acumular tantos despropósitos en tan poco tiempo.

Lo de los insultos por Twitter y la amenaza a Cs de repetirlos le regala al partido esa imagen extrema de matón que tanto se ha empeñado Abascal en querer borrar pero se ve que sin ningún éxito, no ya en la sociedad sino incluso dentro de sus propias filas.

Abascal llevaba semanas desaparecido y la pareja Rocío Monasterio-Iván Espinosa de los Monteros, protegidos por Ortega Smith, han tomado las televisiones y el discurso más ñoño del partido, difícil de imaginar en su líder, casado con una influencer con más de 124.000 seguidores en Instagram. Pero Abascal hace tiempo que no está y Vox se viene dibujando en las últimas semanas como prima hermana de la Sección Femenina con sus nuevos líderes.

Y dentro de este viejo discurso se están enredando, y de qué manera, con la fiesta del Orgullo Gay. Es cierto, como dicen, que se trata de una celebración politizada; que está puesta al servicio de lobbies que reciben subvenciones; que en las carrozas cada año hay escenas irrespetuosas con los católicos... pero la forma de contarlo en plan “becario” y el entrar constantemente al trapo produce rechazo en un momento en el que la sociedad está muy sensibilizada y en su mayoría no quiere dar un paso atrás en los derechos de los homosexuales: aún discriminados, aún perseguidos y aún necesitados de una visibilidad. La fiesta del Orgullo Gay no es la de todos los homosexuales pero sí de la diversidad y tacharla de aquelarre lleva a Vox a escorarse como el partido homófobo al que no quiere acercarse Cs para no perder crédito.

“¿Cuál es la bandera de un gay? La de España”, le contaba a Bertín Osborne un Abascal que criticaba la homofobia y centraba sus esfuerzos porque no se llamara matrimonio a la unión de dos hombres o dos mujeres, pero que se mostraba a favor de regularla como unión civil. Ahora la imagen de Vox no es ni mucho menos tan light.

Y en los acuerdos se ve. Se entiende que no quieran apoyar a quien les ningunea, como ha hecho Ciudadanos, pero es difícil de comprender entre su electorado su empeño en entrar en los gobiernos a costa de todo, incluso de que el poder, como en el caso de Madrid o que Murcia acabe en manos del PSOE. De momento ha lanzado su primer órdago en Murcia, aviso para lo que pueda venir de Madrid, y Abascal, reaparecido, ha dejado claro que si Gobierna la izquierda no será culpa de Vox, sino de Cs, que tendría que abstenerse para hacer posible ese gobierno. Rivera está en un lío. O “blanquea” a Vox o le pone una alfombra al PSOE. A Vox ahora mismo le da igual tirarse al monte, como ha hecho en Murcia... y ojo, que tiene becario.

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