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Solo faltan tres días: en esta ocasión, el solsticio de invierno cae en la fecha usual, el 21 de diciembre. Como en una advertencia, el sol informa de que su reino está próximo: la luz triunfará sobre los mustios días del otoño para abordarnos lenta, mansamente, a los extensos días del verano. El eje de rotación de nuestro planeta está inclinado, lo que provoca diferencias en el ángulo de ataque de los rayos del sol a la superficie de la Tierra, que da lugar a las distintas estaciones y a fenómenos climáticos bien conocidos.
El cambio de otoño a invierno se hace evidente desde los primeros días del solsticio: “Por los Reyes, lo notan los bueyes, y por San Sebastián (20 de enero), una hora más”. En la primera fase de la transición otoño-invierno abundan las celebraciones, que en ocasiones amplían algunos grandes almacenes hasta el mes de septiembre, o agosto, o julio, o mayo, vaya usted a saber (disculpen la hipérbole). Y esa ampliación es tan desproporcionada que resulta difícil servirse de ella para responder fiablemente a la pregunta “¿Cuándo empieza aquí la Navidad?”. Por cierto, hablaré en esta columna de ‘la Navidad’, y no de ‘las Navidades’: ‘Navidad’ solo hay una (por año).
Vuelvo a la pregunta: “¿Cuándo comienza la Navidad?”. O aún mejor: “¿Cuánto dura la Navidad?” ¿Empieza el día 22 con el sorteo de la superlotería y acaba con los regalos del día de los Reyes Magos, el 6 de enero? La contestación es muy sencilla, evidentemente. ¿Evidentemente? Pues no demasiado: el concepto ‘vacaciones’ asoma desde las profundidades de la palabra ‘Navidad’ para ciertos grupos sociales (profesores, estudiantes, políticos...), pero no para otros muy significativos (dependientes de comercio, cocineros, médicos, dentistas...). Y algo parecido ocurre cuando se aplican otros criterios (especialmente, los administrativos, los relacionados con la iluminación de las zonas más céntricas o comerciales...).
Propongo otro tipo de criterios para delimitar la extensión de la Navidad: lo que se pone en juego, cosa que concuerda con el carácter subjetivo del análisis. Ahora la pregunta es de tipo concurso: ¿Desde cuándo canta o tararea usted algún villancico? ¿Cuándo deja de cantarlos? ¿Forma parte de un coro, o quizá participa usted en un karaoke? ¿Ha bebido usted? Está claro que no todas las respuestas merecen tantos puntos como los previstos: para contribuir a las tareas de apoyo al español al estilo de Toni Cantó, se penalizarán las canciones de Navidad extranjeras.
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