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España se pone en marcha a la pata coja para frenar el coronavirus. Siguen faltando la determinación y el arrojo que exige la extensión de la pandemia en nuestro país.

El presidente del Gobierno anunció ayer algunas iniciativas de medio pelo, tras un mes de esconder la cabeza en la arena. El Ejecutivo socialcomunista no ha tomado verdadera conciencia de la gravedad de la pandemia pese a sufrirla ‘en carne propia’, tras el positivo de la ministra Montero, principal responsable junto a su pareja del disparate de mantener y alentar las concentraciones del 8-M.

La primera de las medidas anunciadas por Pedro Sánchez es tan solo una recomendación a las autoridades autonómicas: la suspensión de las clases en todos los niveles de la enseñanza. Es decir, que en España cada región va a su bola, como si no hubiese un Gobierno capaz de tomar las riendas ante una de las crisis más graves que se recuerdan en este país desde la guerra civil. Sánchez es incapaz de imponer nada a las autonomías porque depende de los nacionalistas, separatistas y golpistas, que verían con malos ojos cualquier señal de autoridad de ‘Madrid’.

También ha pedido el presidente del Gobierno la cancelación de los eventos con más de mil asistentes, algo que ya vienen haciendo casi todos los promotores en los últimos días y que por tanto sobra.

Pero el grueso de las decisiones adoptadas ayer por el Ejecutivo de la nación intentaban paliar los efectos económicos de la enfermedad, tanto en las familias como en las pequeñas y medianas empresas y en el sistema sanitario. Todo indica que se trata de una financiación escasa e inadecuada para la enormidad del reto al que se enfrenta la economía española. La entrega de 2.800 millones de euros a las comunidades autónomas para financiar el sobrecoste de la atención por el virus no es un favor, es una obligación tras haberlas asfixiado no pagándoles el IVA de 2017. Y el resto de las medidas fiscales son de muy dudosa eficacia. No va a servir de mucho la moratoria de seis meses en el pago de impuestos para pymes y autónomos. Es un alivio momentáneo, pero el aprieto les llegará dentro de medio año. Lo que tenía que hacer Sánchez, y que no hará porque va contra la naturaleza de su Gobierno socialcomunista, es bajar al máximo los impuestos. Algo parecido ocurre con los 400 millones que destinará el ICO a créditos al sector turístico. Los préstamos hay que devolverlos y eso les va a resultar muy complicado a las empresas porque la actividad se va a hundir durante muchos meses.

¿Qué debería hacer el Gobierno en estos momentos? Pues escuchar al primer ministro italiano Renzi que ayer pidió a Alemania, Francia, España y Gran Bretaña que no pierdan el tiempo como hizo él. Aprender de su nefasta experiencia y de su fracaso en la contención del coronavirus con medidas cobardes y timoratas. En primer lugar, Sánchez debería llamar a PP y Cs para proponerles un pacto de salvación nacional, incluida la aprobación de unos presupuestos del Estado de emergencia (como le propuso ayer Inés Arrimadas). Y en segundo término, Sánchez debería declarar el estado de alarma, diseñado justamente “ante crisis sanitarias, tales como epidemias y situaciones de contagio graves”. Con el estado de alarma, el Gobierno pasa a controlar a todas las autoridades civiles de la Administración, las policías de las comunidades autónomas y ayuntamientos y los demás funcionarios autonómicos y locales; puede limitar la circulación o permanencia de personas, practicar requisas temporales de todo tipo de bienes e imponer prestaciones personales obligatorias; intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres o explotaciones de cualquier naturaleza; limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad, e impartir órdenes para asegurar el abastecimiento de mercados.

Eso sería gobernar en lugar de limitarse a calentar colchones en la Moncloa. Eso le permitiría a Sánchez obligar al cierre de todos los colegios y suspender todos los eventos que pongan en peligro la salud de los españoles. Pero eso supondría enfrentarse a los separatistas y los golpistas, sus amigos, de quien depende. No lo hará.

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