Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

La jugada de los debates desvela el verdadero carácter de Pedro Sánchez. Un político maquiavélico, un maniobrero al que solo le importa mantenerse en el poder, por encima de ideologías y de éticas. El candidato socialista aceptó un solo debate con los otros cuatro grandes partidos nacionales porque pensaba que la presencia de Vox escenificaría el peligro de la llegada de la derecha echada al monte, el doberman del fascio interpretado en tres diversas sintonías por Pablo Casado, Albert Rivera y Santiago Abascal. Ahí podía pescar votos en río revuelto.

Era la jugada perfecta para presentarse ante los indecisos como el hombre de centro, como el bastión de la socialdemocracia contra el ascenso de los ultranacionalistas españoles. Con el monaguillo Pablo Iglesias arrodillado a su izquierda, suplicando un ministerio por amor de Dios, Sánchez imaginaba el escenario ideal para arañar los votos de los indecisos, los que le hacen falta para amarrar la continuidad del cómodo sillón de La Moncloa.

Como en el cuento de la lechera, el sueño del Doctor cum Fraude se rompió en pedazos con la resolución de la Junta electoral que dejaba a Vox fuera del debate en Antena3.

Maquiavelo Sánchez no se resignó a su destino, sino que intentó la jugada maestra, boicotear el debate utilizando la servil cabeza de la dúctil Rosa María Mateo para colocar un encuentro en Televisión Española el mismo día y a la misma hora del programado en la cadena privada. Así evitaría una mesa de cuatro en la que tiene poco que ganar y mucho que perder, porque los otros tres protagonistas de la historia no podían faltar a su palabra y a él su propia palabra le importa un bledo.

Sin embargo, el equipo de asesores del presidente por accidente no contaba con la reacción de los trabajadores del ente público, que unidos al coro de populares, naranjas y podemitas, provocó un ruido incómodo, ensordecedor, capaz de hacerle perder escaños.

Convencido de que para sus propósitos es mejor enfrentarse a dos debates a cuatro que quedar como un cobarde, Sánchez acudirá mañana y pasado a dos exámenes ingratos, aunque seguramente está pensando en enfrentarse a ellos como hizo con su doctorado, con trampas.

La gran cuestión para el presidente en funciones es cómo responder a dos preguntas incómodas. Si va a pactar con los golpistas y si les va a conceder el indulto una vez sean condenados por el Supremo. Ahí el líder socialista tiene dos opciones. La peor sería mantenerse en la esquiva, como han venido haciendo él y sus adláteres en lo que va de precampaña y campaña. Aguantar dos largos enfrentamientos con los peleones Rivera y Casado despejando balones a córner podría suponerle un desgaste tremendo. Así que lo más probable es que utilice una de sus armas preferidas, la mentira. Dirá que no a todo, pero al día siguiente de las elecciones dirá que sí. Y a sus futuros socios, les advertirá de antemano de que se trata de un farol. Lo he dicho para quedar bien, y luego ya nosotros nos entendemos...

Diga lo que diga en Televisión Española y en Antena3, Sánchez hará tras el 28A lo que más convenga a su interés. Es decir, lo que haga falta para seguir durmiendo en La Moncloa.

Aún así, los candidatos de PP y Cs están ante una oportunidad excelente para romper el sueño feliz de Sánchez y Tezanos con las encuestas del CIS. Casado y Rivera deberían utilizar un argumento esencial que han abandonado en las últimas semanas para centrarse en la unidad de España, que está ya amortizada. Se trata de la economía, estúpidos, como diría Bill Clinton. El peligro de un gobierno que está colocando al país de nuevo al borde de la catástrofe con el gasto disparado por una política de despilfarro y compra de voluntades de los colectivos más vulnerables debe quedar claro tras los confrontamientos de mañana y pasado. Y el terror que sería tener a Iglesias como ministro de Economía... Argumentos no faltan. Lo que falta es aprovechar la oportunidad.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios