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Ni siquiera en una situación de estado de alarma abandona este Gobierno la política de mentiras y desinformación sobre la que Pedro Sánchez ha cimentado su ascenso a los cielos de La Moncloa.

La ministra de Asuntos Exteriores ha vuelto a reiterar, esta vez en la británica BBC, que en España no falta material sanitario y que “hay un buen stock de productos”. Además de mentir, insulta a los médicos, enfermeras y al resto de personal de los hospitales y de las residencias de ancianos, además de los guardias civiles, policías y militares que están a pie de pandemia, luchando contra el coronavirus a pecho descubierto. A veces literalmente.

La escasez de mascarillas, trajes, gafas, líquidos desinfectantes y test rápidos constituye un ejemplo paradigmático de la desidia, la negligencia y la nula capacidad operativa del Ejecutivo socialcomunista, más evidente todavía desde que ha asumido el mando único con el estado de alarma. Y la política informativa de negar la evidencia se ha convertido ya en un alarde de desfachatez que está cabreando peligrosamente al personal encargado de la lucha contra el coronavirus, en un momento en el que se requiere total concentración en frenar la pandemia.

El oscurantismo en torno al problema de los suministros nos impide conocer qué está pasando realmente, si de verdad el Gobierno está bloqueando las compras realizadas por las autonomías, si no quiere repartir test rápidos para evitar que se disparen las cifras de contagiados, o si el Ministerio de Sanidad es tan torpe que ni ha previsto ni tiene capacidad para conseguir el material necesario. Así llegan al ridículo cuando el martes pasado el director de Emergencias, Fernando Simón, anunció que tendríamos “en dos o tres días” los test para realizar las pruebas masivas, y ayer el ministro Salvador Illa volvía a prometer que llegarán cuanto antes, pero no se sabe cuándo. Se acaba la semana y los test, que se han confirmado con un arma fundamental en la lucha contra la enfermedad, no llegan.

El Gobierno nos está bombardeando con ruedas de prensa en carrusel diario, pero tanta verborrea no está sirviendo para tener a la población bien informada, sino más bien al contrario. Se trata de un enorme ejercicio de propaganda, donde se seleccionan los datos que los españoles podemos saber y se oculta el resto, o se evitan directamente los asuntos más preocupantes de la gestión gubernamental.

Las apariciones de Pedro Sánchez están llegando al nivel de sobredosis, pero sus comparecencias tienen truco: las preguntas de los periodistas, enviadas por email, son censuradas por el secretario de estado de Comunicación, que no le formula ninguna de las muchas cuestiones que podrían ponerle en un aprieto. Así, no hemos conseguido conocer la opinión del presidente sobre la tozuda insistencia de su vicepresidente coletero en saltarse la cuarentena para dar mítines en televisión, aprovechando la crisis del coronavirus para atentar contra los símbolos del Estado, convocando caceroladas contra la monarquía, por ejemplo.

Solo hay que comparar las apariciones de Sánchez, diseñadas a mayor gloria del ‘líder’, con las de la consejera de Sanidad de la Junta, Verónica Casado, que en cada ocasión responde a todas las cuestiones, a veces espinosas, planteadas por los periodistas. Y LA GACETA puede dar fe de ello.

Por la consejera Casado hemos podido conocer la verdadera dimensión de la pandemia en Castilla y León, que no se circunscribe a los 1.466 enfermos del virus que han dado positivo en la prueba, sino que se multiplica por cinco o por seis si contamos, como deberíamos, a todos aquellos diagnosticados del COVID-19 y que están recluidos en sus casas. Si extrapolamos esos datos al conjunto de España, estaríamos hablando de entre 125.000 y 150.000 afectados, que son muchos, pero son los que son.

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