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A Unamuno le encantaba viajar en tren. Cuando era rector de la Universidad de Salamanca iba mucho a Portugal porque el chacachá relaja, hace agradable la lectura, crea ambiente para evadirse de las preocupaciones... Unamuno utilizaba mucho el tren en parte porque cualquier viaje le salía gratis como miembro del consejo de administración de la Compañía Ferrocarril Salamanca-Oporto y la gratuidad le compensaba del trastorno de las reuniones.

Ahora con estos viajes gratuitos en tren todos podemos ser un poco unamunos. Jornada vacía, viaje a Madrid y no importan tiempos de trayecto u horarios porque son días en los que no se mira el reloj y no nos cuesta nada la excursión. Una maravilla. Si se tiene que ir a trabajar a Madrid desde Salamanca da igual que sea gratis, porque con esos horarios es casi imposible llegar a trabajar o a una reunión, celebrarla y volver. Pero el que pueda, que a lo mejor alguno hay, estará también tan contento. Son días de alegría con el gratis total. Días de libertad. De sentirnos afortunados porque me voy a Madrid y vuelvo por la noche y el garbeo me sale por cero euros.

Decía el PSOE de Salamanca hace unos días que la gratuidad de trenes era un enorme acierto de Pedro Sánchez y tiene razón. El pueblo está encantado con viajar y no pagar porque tiene un sabor diferente. Quien le pone una pega al tren gratis es, sin duda, porque es de extrema derecha, que ahora son todas las fuerzas políticas a la derecha del PSOE, o simplemente es un amargado a quien no hay que tener en cuenta. Por eso lo de Pedro Sánchez está tan bien jugado, porque la crítica ofende cuando todos somos tan felices.

El tren gratis, la verdad es que viene fenomenal. Choca un poquito que sea gratis para todos porque va en contra de la justicia social que predica tanto el PSOE últimamente, ese quitárselo a los ricachones para dárselo a los pobres, pero da igual. Con el tren gratis pasa como con las becas de Ayuso, que es para pobres y ricos, pero haremos como que no nos hemos dado cuenta. Estamos felices porque es gratis y hasta dentro del PSOE se pasa por alto ese ‘pequeño’ detalle aunque suponga ir en contra de las propias convicciones. Así puede viajar también toda la familia. No pasa nada por perder la esencia si el aplauso es general y puede traducirse en votos y, en este caso, vaya que lo es.

El tren gratis, está genial, la verdad. ¡Viva el presidente! Vamos a disfrutarlo y a no pensar en que el Gobierno podría haber lanzado un bono social para los más necesitados y destinar el resto del dineral -hablaba la ministra, sin hacer cuentas, de que el gratis total saldría por 250 millones de euros- a mejorar frecuencias y horarios de la España vaciada, es decir, de esa Salamanca tan limpia de vías. Pero estamos felices y no queremos pensar en eso. Luego cuando pase diciembre y termine la gratuidad será cuando quizás veamos que la mayoría del dinero para el tren gratis habrá salido de nuestros bolsillos e ido sobre todo a esa España rica de muchas vías y zonas pobladas. Pero no pongamos pegas, que ahora estamos disfrutando. No pensemos que Alemania huyó del gratis total y creó un bono de bus, metro, cercanía y tren a bajo precio. O que en Tallín (Estonia) este mismo gratis total apenas supuso crecimiento de viajeros a la larga.

Y es que ahora no nos importa ni ir a la ventanilla a sacar el abono como si de repente no existiera internet; ni esperar largos ratos porque hay pocos empleados que nos atiendan; o que se quiera acabar con la picaresca de no reservar cuando lo que no tienes en muchos trenes es a revisores que confirman que reservas y viajas. Es lo delicioso del gratis total, que se nos olvidan los inconveniente de una idea precipitada que impidió un desarrollo informático de la app o de la web en condiciones. Improvisación, seguro, ¿y qué más da? Se disuelve como un azucarillo en el inmenso acierto del presidente.

Ahora van los trenes llenos, cuando se acabe el gratis volverán a ir vacíos los de Salamanca a Madrid porque no hay quien pague los billetes y los horarios son ideales para el ocio, no para el trabajo, pero eso ya se verá. Igual que el pago del crédito extraordinario que cuesta el gratis, que nunca es gratis, cuando Renfe ya cerró 2021 con pérdidas de 350 millones.

Pero no hay que pecar de criticones. Es mejor pensar que, como decía Carmen Calvo, el dinero público no es de nadie.

Pedro Sánchez ha tenido una gran idea para su mayor gloria con el objetivo de seguir en La Moncloa, no hay que buscarle más finalidad, y Renfe ha conseguido la mayor base de datos inimaginable cuando empieza a competir con otras empresas porque el registro para conseguir el abono nos ha obligado a dar nuestro nombre, DNI, teléfono, correo y hasta código postal. No nos piden el peso, no está mal. Sin duda, bien jugado.

Nosotros seremos unos meses unamunos y luego volveremos a la cruda realidad de precios prohibitivos y horarios ridículos, pero siempre podremos decir aquello de ¡viva el presidente! que durante unos meses nos llevó de excursión. Y el que venga detrás que pague la cuenta, que a estos les da la risa.

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