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DURANTE mucho tiempo el flan fue el postre estrella de la restauración y un regalo materno que remataba algunas cenas. A alguien le pareció poca cosa y le añadió nata. Una herejía digna de la hoguera porque el flan ya tiene su caramelo y no necesita más. Cuando Fernando III aún no era santo el flan ya endulzaba el mundo: los clásicos le habían llamado tyropatina, y franceses y alemanes estaban a punto de cedernos el nombre actual de flan. Esta semana el dulce de leche ha estado muy presente en la actualidad: los concursantes de Máster Chef no supieron hacer un flan, incluida nuestra Verónica Gómez de Liaño, con gran escandalera mediática; ya sabemos que el PP temblará como un flan cada vez que el vice vox de la Junta, García-Gallardo, tome la palabra; y también la monarquía se echará a temblar cuando el Emérito anuncie que viene a darse una vuelta o una regata. Como flanes. Porque el flan como dios manda debe temblar y no tener agujeros. A mi admirada Ouka Leele le faltó coronarse con un flan en uno de aquellos autorretratos que tanta atención concitaban en sus exposiciones como lo hizo con un pulpo, unos limones y un cochinillo, como aquellos del histórico “Candil” de los Estévez. En plena Movida, cuando vino a visitar el “Submarino”, en realidad Laval Genovés, el ”Puerto”, el “Moderno” y otros locales, lo hizo sin tocado real, pero ya era una de las reinas de aquella época; es más, a veces iba calva por su primer cáncer a los veintidós años. El Círculo de Bellas Artes (Madrid) colgó hace un año una extraordinaria exposición suya, que hoy sabemos que tenía algo de despedida.

Me pregunto si en ese duelo de fogones que viene entre Óscar Calleja y la albense Cristina Ojeda habrá alguna versión/reinterpretación del flan clásico, y si Sheila Blanco vendrá de su exitosa gira americana a Salamanca con ganas de flan. Sheila estará aquí celebrando los veinte años del 2002, que es lo que toca. Aquel año, Fely Campo ya reinaba en las pasarelas y hoy viste a nuestra aspirante a Miss Mundo, Telma Iglesias, y el otro día en la pantalla a la colaboradora de Telecinco Marta López. Y sin que le tiemble la aguja, como tampoco le tiembla el flequillo a nuestro Álvaro Mel, que vuelve a la pantalla con una nueva entrega de la serie “Paraíso” mientras posa en revistas para marcas principales, según mis informantes de la peluquería. Tengo ganas de ver la serie, como también la reedición de aquel texto de Juan Mayorga para la inauguración del 2002 que van a interpretar Sayagués, Antonio Velasco, Nuria Galache y Carlos Vicente, como entonces, en 2002, lo hicieron bajo la dirección de Helena Pimenta, Juan Echanove, Lola Herrera, Ginés García Millán y Emilio Baule. Uno estuvo allí y el recuerdo de aquello me conmociona hoy más que entonces y sí, tiemblo. Veinte años han pasado. Como aquellos veinte de estar juntos, que canta Patxi Andión en “20 aniversario... palabras”.

El flan de la Plaza Mayor fue la Casa Consistorial. El postre de su construcción, que comenzó por ese arco triunfal que es el Pabellón Real que preside Fernando III, hijo del promotor del Estudio, Alfonso IX, huérfano de medallón en la Plaza estando ahí el hueco de Franco. Qué mejor lugar. Mañana es San Fernando, así que felicidades a los Rodríguez, Pablos o Castaño; a Fernando Díaz San Miguel, Gil Villa y Díaz, que son Fernandos de letras, como Arrabal lo es de letras y escenario; a Población y Bueno, arquitectos, y a Mayoral, escultor que inmortalizó a los artífices de la Plaza Mayor; también a Viñals, cuyo jazz fascina. Y si Fernando III fue clave para Salamanca, también lo fueron Rojas o Gallego, desde la literatura y el arte, y Fernando Mateos para la historia de la automoción salmantina, reconocido el viernes por la noche. Es parte del medallero fernandino en este pabellón real con méritos y eméritos en vísperas de día tan señalado, que estaría bien coronarlo con un flan, que merece por su pasado un emplazamiento más elevado en nuestra cocina, como ha encontrado la torrija, por ejemplo.

P.D. Mi solidaridad con los que están como un flan en estos días de exámenes. Ánimo y paciencia, como la que se requiere para hacer un buen flan.

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