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La profesora dijo algo parecido a esto: “Se seleccionaron dos chicos y dos chicas random”. Bueno, no hay problema, pensé al oír la frase. Puedo deducir su sentido general porque sé qué significa y cuál es el origen de la palabra primitivamente inglesa random: el significado es esencialmente el mismo que el del adjetivo del español ‘aleatorio’. Advierto, además, que random, a pesar de que se documenta en el inglés y el francés del siglo XIV, es ya un término científico, una palabra internacional asociada a la computación y a la generación de números aleatorios.

El caso, sin embargo, es que, como puede comprobarse releyendo la frase de inicio de esta columna, el término ha saltado desde la ciencia y ha penetrado en el uso común de muchos jóvenes. A través de muchas aplicaciones informáticas, sin duda: he registrado decenas de veces el uso de ‘random’ y ‘randomizar’ en gente muy joven, pero no he tenido tanta suerte con personas de 40 años o más. Ya se sabe, la brecha digital, la desigualdad en el acceso y uso de las tecnologías de la comunicación, no es solo un asunto informático: también es un problema lingüístico.

Un problema lingüístico, en efecto, que va bastante más allá de lo más frecuente: la débil resistencia a la incorporación de extranjerismos –especialmente los británicos– en nuestra lengua. Descuento desde el principio las bobadas que he documentado en distintos entornos: “Por favor, call me”, “Fue una fiesta muy cool”... El día menos pensado sorprendo a alguien que suelta un “Está lloviendo gatos y perros” en vez de “Está lloviendo a cántaros” (porque es mucho más ‘nice’ la primera frase). O a otro que quiere pasar de un asunto advirtiendo “No es mi taza de té” (mucho más castizo español sería decir “Paso del carajillo”).

En todo caso, conviene ser prudente con los extranjerismos y su inclusión en el léxico de una lengua. La RAE aduce en un reciente lema que lengua materna solo hay una. Bueno, eso no es verdad ni en el caso de España. Piénsese en países como La India o México, con cientos de lenguas maternas y millones de personas multilingües.

Mejor ser prudente con los extranjerismos, con la excepción de las tontadas antes referidas. Recuérdese que la mayoría de las voces del castellano son préstamos de otras lenguas (del latín, en forma de cultismos, y hasta del árabe y el francés). Y no debe olvidarse que la mayor parte del léxico del inglés, que es una lengua germánica, es de origen latino-romance.

Calma, pues. Así todo el mundo será happy.

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