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Desde sus primeras comparecencias con la declaración del Estado de Alarma, ha estado el presidente del Gobierno repitiéndonos una y otra vez con voz compungida y apesadumbrada que era muy consciente del enorme sacrificio que nos estaba pidiendo, obligándonos a permanecer en casa porque eso era algo extraordinariamente duro.

Y en efecto, lo ha sido, en primer lugar, para aquellos que no han podido acompañar a los familiares y amigos que tuvieron la mala fortuna de enfermar y no digamos ya para los que recibieron la noticia de algún ser querido fallecido del que no pudieron ni siquiera despedirse en el momento de su muerte. También lo ha sido, en segundo lugar, para los cientos de familias que han visto perder su trabajo a alguno de sus miembros como consecuencia de la paralización económica de las distintas empresas y negocios viendo quebrarse un futuro laboral que parecía que sólo hace unas semanas tenían resuelto.

Pero fuera de estas circunstancias, permítanme que dude de que el confinamiento haya sido tan extraordinariamente duro, como nos dice el presidente, por el mero hecho de estar en casa y no poder salir a la calle durante unas semanas. Ni siquiera para los niños, de los que tanto nos estamos compadeciendo. A diferencia de otras generaciones que vivíamos permanentemente en la calle, para la mayoría de los actuales lo que constituye un auténtico castigo es obligarlos a salir de casa prohibiéndoles el móvil o los videojuegos, artilugios de los que viven tan esclavizados.

En cuanto a los adultos, habría también que diferenciar, pero no creo que para una buena parte de la población, entre la que me encuentro, el hecho de disponer de mucho tiempo libre para ver estupendas películas y series, escuchar toda la maravillosa música que nos apetezca o leer esos libros que teníamos aplazados, haya sido un sacrificio tan terriblemente duro y demoledor. No exageremos tanto.

Lo extraordinariamente duro ha sido salir de casa cada día para los sanitarios a jugarse la vida sin los medios y la protección suficiente en los hospitales y a lidiar con todo el sufrimiento que han visto. Y duro también, o complicado, el trabajo de los funcionarios de prisiones, de los cuidadores de las residencias, de los transportistas y de otros trabajadores esenciales que estuvieron facilitándonos la vida.

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