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Mejor sigamos a lo nuestro, al calor de la chimenea, que nos tiene atrapados. No vamos de cena, ni reservamos para comer pero miramos el mundo desde la resignación de quien se encuentra a gusto. Y es en ese punto cuando nos vemos más sensibles. Es cuando nos chirría el ruido exterior y llevamos muy mal que los políticos no se entiendan porque en ese punto de calor de hogar nos duele especialmente que discutan papá y mamá.

Abres la puerta y al otro lado la gente espera. Espera cobrar por fin el ERTE, porque es una vergüenza lo que está pasando, espera que venga gente a su negocio, espera con la angustia de la mascarilla y los guantes, con la ridiculez que era la cita previa... Espera no contagiar ni ser contagiado y que salgas, porque necesita comer, pagar facturas... No puede pensar más allá que en sobrevivir. Canta su resistiré cada mañana pero hacia dentro, porque desapareció el miedo a morir y se acabaron los aplausos. Sobrevive cada vez más solo, entre nóminas del Gobierno. Cierras la puerta y echas otro tronco a la chimenea.

Cuando unos solo pueden dedicar cada segundo a intentar recuperar su vida y lo apuestan todo a la angustia de la espera y otros llevan tiempo frente a la chimenea, es justo cuando los cobardes, los cínicos, los maquiavélicos aprovechan para tomar despacho y en ausencia de miradas críticas, dar pasos disimulados hacia el control. Para ellos cuanto más tiempo dure el calor de la brasa, mejor. Cuanto más largas sean las esperas, también, o cuanto más nos mantengan controlados con horarios de paseo. Cuando necesitan adoctrinarnos, eligen día para su aló presidente.

Venezuela. 1999. Tragedia de Vargas. Entre 20.000 y 30.000 fallecidos. Hugo Chávez aprovecha la conmoción para reducir derechos y libertades.

España. Marzo de 2020. Pandemia del coronavirus. Al menos 27.459 fallecidos. El Gobierno de Sánchez e Iglesias decreta el estado de alarma no como libertad con límites sino como confinamiento con excepciones. Elude el control del Congreso.

Venezuela, 2002. Chávez vive con la obsesión de disponer de un aparato de medios de comunicación oficiales. Compra y cierra los que se le resisten. Censura.

España, 2020. Iglesias mantiene que la existencia de medios de comunicación privados ataca la libertad de expresión. Vía BOE, el Gobierno concede una subvención de 15 millones de euros a dos grandes grupos mediáticos. Llegaron a morir 950 personas en un día y no vimos ni un féretro de los apilados por cientos, tampoco una lágrima. Solo aplausos y el eterno bálsamo de la solidaridad.

Venezuela, 2004. Chávez nacionaliza inmigrantes para captar votos y controla el Supremo con 12 jueces chavistas.

España, mayo 2020. Sánchez-Iglesias obligan a los ayuntamientos a empadronar okupas para concederles la renta mínima y buscar su voto.

El Gobierno acumula ya dos toques de atención del CGPJ por declaraciones de Iglesias contra los jueces, a los que llama corruptos. PSOE y Podemos pactan un cambio en la oposición judicial que atenta contra la separación de poderes.

2010. Al grito de “expropiése”, Chávez quitó 3,6 millones de hectáreas a venezolanos y robó empresas. No pagó nada.

España, 2020. Iglesias defiende que la riqueza esté subordinada al interés general. Con una maniobra dudosa vía BOE, Sánchez le incluyó en la Comisión de Control de Inteligencia: Controla secretos de Estado y RTVE.

Cuando queramos darnos cuenta ya no discutirán papá y mamá, Gobierno y oposición, porque el primero habrá amordazado al otro con nosotros como testigos. Hablará solo Iglesias y el gran culpable, que es Pedro Sánchez, se llevara nuestro último tronco de la chimenea para alzar aún más su trono, que es lo único que le importa: No España, no el PSOE, y ni mucho menos Podemos.

Mucho mejor para ellos que sigamos a lo nuestro, con esta charlotada de fases que se han inventado para entretenernos porque si la clave esta en que mantengamos la distancia, bastaría con implantar normas claras, vigilar y enseñarnos muertos, enfermos y secuelas para que no bajemos la guardia.

Pero es mejor, cómo dice Iglesias, que protestemos solo desde el balcón. Sigamos a lo nuestro, que ellos siguen a los suyo. Un día más es un día menos.

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