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El Día de la Provincia ha venido a sustituir a San Mateo y la cita que los paisanos de nuestra provincia tenían con la Feria. Venían los coches de línea llenos de vecinos de los pueblos y La Glorieta tenía asegurado el lleno y al aroma a embutido casero a la hora de la merienda. El paisaje era magnífico. Hoy, el automóvil y la mejora de las comunicaciones permite el acceso a la Capital cuando se quiere y en mejores condiciones que entonces. Así que tenemos mañana el Día de la Provincia, con su homenaje a los alcaldes en el patio de La Salina y el reconocimiento a pioneras de la democracia municipal: Gloria García (Espeja), Lucía Torres (Ledesma), Evangelina Hernández (Fuentes de Oñoro) y Encarna Montejo (San Pedro del Valle). El hecho se verá envuelto de opiniones sobre la convocatoria electoral, claro, y la sensación de funeral que la ha rodeado. Funeral o velatorio. Un funeral inspira a Concha Velasco su reaparición hoy y mañana en Salamanca, y un velatorio siempre nos hará recordar las reflexiones de Lola Herrera. Una y otra son dos fenómenos de la escena, como lo fueron otros compañeros suyos que atraían en fiestas a los paisanos a los teatros salmantinos. Todo ha cambiado, incluido el hecho de que la provincia se despuebla, cuestión que mañana estará en el discurso de Javier Iglesias, como lo estuvo en el de Fernández Mañueco este lunes en Madrid. Nuestros pueblos se vacían y cunde el pánico entre los políticos, que no tienen claro qué hacer para remediarlo y sueltan lo primero que se les ocurre.

Llega este Día de la Provincia y de San Mateo cuando la Sierra de Francia se cocina en su jugo de vino. Hay una iniciativa que busca la permanencia de la cultura gastronómica de esta zona y a la vez su modernización por la vía de la fusión. Solo Fran Vicente es capaz de sacar una espuma de los limones serranos o una esferificación de torrezno o una deconstrucción de patatas meneás. Interesante. Salsa de vino, porque la Sierra de Francia ha comenzado su vendimia, que observa con atención Mikel Udina, de la denominación de origen, con la batuta en la mano. Pero llega, sobre todo, cuando se ha levantado la barrera que accede a la precampaña electoral en la que vamos a asistir a un intercambio de reproches que va a terminar con nuestra paciencia y los analgésicos de las farmacias. No hay nada que proponer porque ya se propuso y el votante está muy susceptible a lo que digan los políticos; es más, serán estos los que debieran prepararse para escuchar lo que les pueden decir estas semanas los ciudadanos, que puede ser de todo menos bonitos. Un votante irritado.

La iglesia de San Mateo estuvo secularmente donde se alza hoy la iglesia de San Juan de Sahagún. De hecho, parte de sus piedras se aprovecharon para el templo patronal y su recuerdo quedó permanente con la calle de San Mateo, que antes se llamó de la Risa. La antigua iglesia románica se echó abajo más por empeño del Padre Cámara que por la del Ayuntamiento, que la veía ruinosa, protagonistas de una curiosa pugna relatada por Enrique García Catalán en su libro sobre el urbanismo salmantino del XIX, que concluyó, entre otras cosas, con la cesión de los solares de las iglesias de Santa Eulalia y San Justo como espacios públicos. Y hasta ahora. Cuenta el investigador que el empeño del obispo por alzar ahí el templo tuvo mucho que ver con que la calle Toro fuese entrada oficial de turistas, que se quedarían admirados de la iglesia dedicada al también agustino San Juan de Sahagún.

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