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Los jóvenes de Castellanos de Moriscos protagonizan en sus fiestas del Cristo de las Batallas unas sopas de ajo para cerrar una verbena. Lo que se dice para desayunar. Hay quien desayuna con diamantes, quien lo hace con chocolate y churros, quien puede hacerlo con ostras y champán, y quien se echa al monte de las sopas de ajo. Los vacceos se atiborraban de ellas antes de zurrarse con los romanos. Dice Mikel Corcuera que para darse valor y yo creo que lo hacían por si el viaje al cielo de los vacceos llevaba tiempo. Desde entonces, las sopas de ajo han producido mucha literatura: Dionisio Pérez, Emilia Pardo Bazán, Benito Pérez Galdós (en el “Episodio” salmantino de la Batalla de los Arapiles), Alejandro Dumas, Delibes, Almudena Grandes, Cela...Ventura de la Vega les dedicó un poema que acabó en himno y el hijo de este, Ricardo de la Vega, escribió otro, aunque dedicado en general a las sopas y sus virtudes. Puede que en los antecedentes familiares hubiese ancestros sopistas. Entre los escritores que encontraron en las sopas de ajo inspiración está Ramón Pérez de Ayala, que animaba a los jóvenes a meterse por las sopas de ajo porque no hay nada como eso después de una juerga. Qué mal ejemplo han dado algunos autores. O bueno, no sabría decir. El caso es que los mozos de Castellanos de Moriscos le han hecho caso y ahí están metiéndose una sopa de ajo tras la verbena, o sea, tras la juerga antes de irse a la cama o empalmar con un desayuno convencional.

Salamanca está en fiestas. La provincia, digo. Unos por San Lorenzo y otros preparando la Asunción de la Virgen. En Candelario anda todo el pueblo de boda este fin de semana: se casan Mario Hinojal y Marta Álvarez por el rito tradicional. En realidad, es la Boda Típica del pueblo con un ritual que incluye que los padrinos vayan a casa del novio a buscarle para que no se escape y una relación de convites muy interesante. Ellas se visten de coritos y ellos de choriceros. Tengo la impresión de que Unamuno se inspiró veraneando en Candelario para escribir “El hombre del chorizo”, aunque este no saliese bien parado. En La Alberca, que sigue siendo capital de la mejor longaniza, andan ya con su Ofertorio y su Loa, que tantos preparativos requieren. En otras localidades se festeja a San Lorenzo, que es patrono de los cocineros. Muchos de estos creen que su patrono es Ferrán Adriá, Arzak, Berasategui o Ángel León y no, es San Lorenzo. El santo del puerto ganadero de los Fraile y en parte de la familia “Capea”: Carmen Lorenzo y Lorenzo es el segundo apellido de Verónica y Pedro. Santo del piloto Lorenzo Santolino y del diseñador Lorenzo Caprile que le hizo hace unos días un traje estupendo a nuestros políticos al decir de ellos que “están mal cortados y peor cosidos” (La Razón), aunque hubiera sido más propio decir que están mal guisados y peor aliñados, por ejemplo.

A San Lorenzo hay que rogarle que las mil y una paellas que se guisan en los pueblos en las fiestas de verano, o las calderetas de patatas con carne y las citadas sopas de ajo estén como dios manda, o sea, como las “meneás” que comí no hace mucho en San Martín del Castañar, donde mañana celebran su Ofertorio. Fiesta principal con Baile del Ramo incluido en el que veremos a su popular “gracioso”, de nombre Alberto, y fiesta que abre días muy señalados en buena parte de la provincia y en las sierras en particular, así que vengan unas sopas de ajo, que “nunca enfadan y siempre agradan, y crían la cara colorada”.

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