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Ahora que con la brutal crisis que padecemos tanto necesitamos que el dinero público dinamice la economía, Pedro Sánchez nos castiga con unos presupuestos de hambre para Salamanca en 2021. Y tiene sus motivos, claro. La culpa de que el Estado vaya a invertir tan solo unas migajillas el próximo año la tienen los salmantinos que votaron al PP y le dieron a Carbayo la Alcaldía y a Iglesias la Diputación, dejando con un palmo a los chicos de Fernando Pablos.

Eso no tiene perdón del dios Sánchez y la provincia debe pagar sus pecados con la inversión más pobre en el proyecto de presupuestos más rácano que se recuerda por estos lares: sesenta escuálidos millones de euros. Y eso en un año de vacas gordas para las cuentas del Estado, que en 2021 anuncian gasto a manos llenas e inversión récord en toda España. (Por cierto, que esas cuentas hacen aguas por todas partes y no se las creen ni Sánchez, ni Iglesias, ni mucho menos la ministra Montero que las presentó, pero la intención es lo que cuenta).

Lo que Sánchez y su camarada Iglesias hurtan a Salamanca lo repartirán graciosamente en otros predios. No hay más que mirar el mapa de los proyectos financiados por el Gobierno y sumar las cuantías para comprobar que las ciudades y provincias donde se votó al PSOE serán bendecidas por una lluvia de millones en infraestructuras, mientras que en la provincia de Salamanca toca chupar el fondo de la lata.

León, Valladolid y Burgos, todas capitales con alcalde socialista, como es debido, acaparan el grueso de los dineros de todos los españoles que reparten Sánchez e Iglesias en la Comunidad presidida por Alfonso Fernández Mañueco. León, casi cuatro veces más que Salamanca; Valladolid y Burgos, más del doble. Soria, con ayuntamiento ‘amigo’, recibe del Gobierno cien millones en obras previstas para el próximo año. Con cuatro veces menos población que Salamanca, la fidelidad de los sorianos al puño y la rosa es premiada con un 66% más de inversión.

Fernández Mañueco debería poner el grito en Madrid para defender a la tierra que le vio nacer, crecer y dar el salto como político, pero para eso hay que tener voz en Madrid, y conocer los vericuetos y entresijos de la vida cortesana, porque si vas de legal, en la villa y corte te cortan un traje. Ya se lo cortó el otro día la presidenta de la Comunidad, Isabel Díaz Ayuso, cuando anunció su propio confinamiento de fin de semana tras haber acordado un cierre por dos semanas con Mañueco y el socialista García-Page. Les robó la cartera como hubiera hecho cualquier pillo madrileño con Paco Martínez Soria.

La Junta de Castilla y León tiene poco predicamento en Madrid y escasa influencia en Génova 13 desde los tiempos de Juanjo Lucas, que tenía peso dentro del PP y era apreciado por José María Aznar. Después vino Juan Vicente Herrera, que nunca estuvo interesado en la política nacional (en las dos últimas legislaturas, ni en la nacional, ni en la regional) y ahora Fernández Mañueco sigue penando por su apoyo a Soraya Sáez de Santamaría, que desde luego no le sirvió para ganarse el aprecio de Pablo Casado.

En cuanto al Gobierno, para los socialcomunistas esta Comunidad es un cero a la izquierda. El líder regional del PSOE, Luis Tudanca, nunca ha sabido rentabilizar su apoyo a Sánchez cuando Yo El Presidente era un alma en pena a bordo de un Peugeot. Así que a la hora de repartir presupuestos, estamos a la cola. Primero van los chantajistas vascos y catalanes, luego cobran los regionalistas cuyo voto puede necesitar Sánchez en algún momento, después pasan por caja las autonomías y los ayuntamientos regentados por la izquierda y sus confluencias, y si queda algo, se lo dan a Castilla y León en plan limosna. Con un agravante: aquí nunca se ejecuta lo presupuestado. Este año, por cierto, no es de los peores para esta Región, con una previsión de inversiones de 850 millones de euros. Pero podemos jugarnos el bigote a que no se ejecuta ni la mitad.

En fin, que Salamanca y Castilla y León cuentan con sus propias fuerzas para salir de la crisis, porque de Madrid, aparte de engaños, desaires y burlas, no podemos esperar nada.

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