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James Douglas Muir Leno es más conocido en el mundo de la comunicación de masas como Jay Leno. Con este apelativo fue un presentador de éxito en la televisión estadounidense (en concreto, en la cadena NBC y el programa nocturno The Tonight Show, cuyo esquema ha servido y sirve de modelo, entre otros, a muchos programas informativo-satíricos de la televisión española).

A Jay Leno se le atribuyen muchos dichos ingeniosos, cosa nada sorprendente si se tiene en cuenta el registro de guasa dominante en tantos programas emitidos entre 1992 y 2014. Sirva como ejemplo el siguiente, que constituye una muestra evidente de chanza: “Si Dios hubiera querido que nosotros votáramos, nos habría dado candidatos”. Está claro que el aforismo va cargado de ironía: nadie podría pensar que el comunicador se opusiera a la vía democrática de regulación social. Y lo mismo sucede cuando se involucra a Dios como precario partidario del voto en los humanos. Jay Leno está usando con astucia un recurso discursivo que le permite significar lo que expresamente no se significa: Leno está designando cosas o eventos que significan lo contrario de lo que se debiera decir. Esto es, para aducir una potente ironía en una figura retórica denominada ‘antífrasis’.

Es evidente que la referencia a Dios como creador de candidatos, de políticos especialmente duchos en la gestión pública, no cae dentro de las tareas que el Ser Supremo se atribuye. Ese choque con la realidad que todos conocemos (Dios se dedica a muchas cosas, sin duda, pero no a forjar políticos) es lo que nos lleva a interpretar la frase de Leno buscando un significado no explícito. En este caso, algo como “los candidatos son normalmente decepcionantes”.

Así titulé una columna hace 17 años: “Leer no duele”. En sentido contrario, leer nos ofrece la inteligencia del autor como si fuera propia. Un buen préstamo, que ayuda a parecer (y a ser) menos mediocre. El aviso de esta semana se dirige nuevamente a Sánchez a Casado, y lo firma François de la Rochefoucauld: deben confesarse los defectos menores para persuadir a la gente de que no tenemos defectos mayores. En sentido contrario, recomiendo vivamente a la señora Ayuso una lectura crítica y heterodoxa de ‘Así habló Zaratustra’, de Friedrich Nietzsche. Cuidado con el filósofo, que es complejo, señora Ayuso (o señor MAR). Véase un ejemplo: “Es más noble declararse equivocado que insistir en que tenemos razón, especialmente cuando tenemos razón”. En este caso, Nietzsche cae en su propia trampa: no tiene razón.

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