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Presente (I)

Lunes, 31 de mayo 2021, 05:00

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Me perdonará el lector si me pongo intenso, pero este tema es de esos que duelen. El pasado martes se presentaba en el Congreso el Modelo de desarrollo de la España vaciada. Un proyecto en el que más de 180 plataformas recogían sus demandas para contrarrestar ese abandono institucional que afecta a la mayor parte del territorio de nuestro país, incluida Salamanca y con Castilla y con León como referentes. El proyecto promueve una serie de medidas, desde el fomento de la economía circular, hasta la descentralización de la atención sanitaria especializada, pasando por deslocalizar las universidades, la construcción de vivienda pública o bonificaciones fiscales tanto para particulares como para empresas, con la máxima “100/30/30”: 100 megas de conexión a internet; 30 minutos a servicios públicos básicos; y 30 minutos a la autovía más próxima. En el documento, se habla de una España polarizada. Pero no de esa polarización de la que se habla en las tertulias políticas, sino una polarización como concepto definido. De un lado, tenemos una España de grandes urbes y plazas de costa, llena, con prosperidad, con desarrollo, con presente y con futuro. Y del otro, esa España que se ha venido llamando vaciada, en la que plantearse un proyecto de vida se convierte en algo casi inviable en términos sociales, económicos y demográficos. El problema no es nuevo, pero ya era hora de ponerlo sobre la mesa.

Esta no es una muerte natural. Es un asesinato con alevosía y ensañamiento. Primero, aquel caudillo con voz de pito abandonó a la gente del campo. Apostó por una costa que mediante el turismo lavara la imagen internacional de su dictadura fascista y priorizó los territorios con nacionalismos propios que sabía que podrían darle batalla. Después, una transición marchita en la que solo se acordaron de esta tierra para establecer una ley electoral favorable a la oligarquía. Consolidado ese sistema oligárquico, -revestido de un bipartidismo que ahora se apoya en sus desvirtuaciones de derecha- la única preocupación ha sido la de mantenerse en las instituciones para vivir cómodamente. Ellos y los suyos, los de su clase. Y en todo este tiempo nunca ha habido una izquierda, esa que aboga por las verdaderas necesidades populares, que haya encontrado su lugar en la articulación de unas tierras que, tímidamente, mantienen la estructura política de España.

Como decía, ahora parece que estamos despertando. No todos y todas por igual, ni con los mismos fines. Craso error, bajo mi punto de vista. 180 plataformas con demandas muy concretas. Del lado político, Teruel Existe se ha erigido como cabeza de cartel, situando esta problemática en la agenda política. Pero claro, en un país en el que los dos grandes nacionalismos no españolistas, junto con los tejemanejes de la capital, han formado y deshecho gobiernos en función de la financiación a sus territorios, es evidente que los de Teruel hagan lo mismo. ¿Quién les puede achacar algo por eso? Quienes parecen que van a seguir los pasos de los turolenses son los sorianos. Y en mi opinión, hacen más que bien: tener una diputada que decante la balanza en la aritmética parlamentaria supondrá un aliciente para la más castigada de las provincias castellanas. Esto mismo, tiene pinta de que puede ocurrir en Cuenca, Jaén y Guadalajara. A los papistas de Por Ávila no los menciono por razones evidentes.

Del lado social la cosa es más compleja. Han surgido y están -más o menos- consolidadas una serie de organizaciones. Desde unos jóvenes castellanos y leoneses con mucho ímpetu (aunque he de reconocer que me da pánico esa dinámica de recibir órdenes desde Madrid y seguir pensando los problemas de aquí desde allí), a otros que piden futuro, mientras otros, que, en bloque, luchan por Palencia. Por no hablar de las muchas -pero muchas- asociaciones de temas concretos: revitalización de comunicaciones ferroviarias; articulación de carreteras nacionales y autovías; luchas contra expolios capitalistas; activación del Turismo en las Arribes Sur...

Demasiada atomización. Demasiadas problemáticas particularistas. Teniendo el elemento, el punto, el nudo, que podría aunar todas esas demandas, no podemos perder esta oportunidad. Se hace necesaria una articulación – y no en torno a la figura de Campo Vidal, que se ha personado como gurú de la causa- que genere las soluciones que nos merecemos. Que señale el problema real de todo esto. Que revierta ese sentimiento de inferioridad que nos ataca por ser rurales o provincianos. Que nuestra despoblación, sea una oportunidad. Que haga de nuestros desiertos oasis. Que, con lo mal comunicados que estamos, no podemos perder también este tren.

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