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Portugal no es España

Sábado, 3 de agosto 2019, 05:00

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Según están las cosas en política, que dicho sea de paso no hay quien las entienda, todos, aunque no lo digan, temen elecciones en noviembre y se preparan para ellas. El PP y Cs han reaccionado ante esta posibilidad por la que Casado y Ribera no han perdido la ocasión para hacer cambios en su entorno, adaptando las Ejecutivas de sus partidos a los tiempos que corren tratando a la vez de blindar su liderazgo. ¿Cómo? rodeándose de personas de su confianza, asegurándose fidelidad y evitando que cualquier descontrolado se salga por peteneras en unos momentos en los que no está el patio para dar el cante frente a lo que se barrunta, que puede ser cualquier cosa (desde un acuerdo del PSOE con Podemos y un Gobierno a lo Frankenstein en el que compartirían espíritu, cuando no Consejo de Ministros, socialistas, comunistas, golpistas, independentistas y demás ralea, hasta nuevas elecciones), dando portazo al pasado y achicando el lastre que arrastraban impidiéndoles avanzar con agilidad, dinamismo y solvencia, al estar más pendientes a cada paso que daban de librarse de las consecuencias no convenientes del pasado que de afrontar con eficacia no tanto el futuro como el día a día.

Llama la atención la curiosa decisión de Rivera de refugiarse entre tránsfugas, como lo son Ángel Garrido, José Ramón Bauzá y Joan Mesquida, rebotados del PP, el primero expresidente de la Comunidad de Madrid, el segundo expresidente del Gobierno de las Islas Baleares y el tercero exdirector general de la Policía y la Guardia Civil, por lo que se trata de personas con currículum y mucho peso político, prueba de que confía en ellos y espera la lealtad que al final no encontró en quienes hasta ahora habían gozado de su confianza. Hasta aquí, perfecto, porque en su derecho está a elegir equipo, el que más le convenga o crea que le conviene, pero un tránsfuga es un traidor y un traidor lo es allá donde vaya y se aposente. Y si en una ocasión lo fue a una causa si se le presenta otra lo será también a esa otra causa, porque al traidor no le frena escrúpulos ni sentimientos, lo es por naturaleza y obra en consecuencia. Así que rodearse de traidores es arriesgarse a ser traicionado. Entre los tránsfugas no aparece Silvia Clemente por ninguna parte, de ella se encargó Igea, la borró del mapa y desde entonces no existe, es como si se la hubiese tragado la tierra.

Pero no solo PP y Cs se han movido pensando en elecciones, también el PSOE lo ha hecho a su manera, con otra encuesta del CIS que supera lo habido hasta ahora. En esta ocasión el chef no se anduvo con tiquismicadas y le ha otorgado a su jefe la gracia del 41,3 por ciento en intención de voto, muy por encima del 13,7 por ciento al PP, del 13,1 a UP, que sorpasa a Cs con el 12,3 y del 4,6 a Vox, razón por la que no hay que fiarse, de la encuesta por supuesto, sino de la “prioridad absoluta” que para Sánchez es evitar ir de nuevo a las urnas, porque si dieran por buenos estos resultados iríamos a elecciones de cabeza.

Aunque sin descartar la posibilidad de un “acuerdo programático” con Podemos, Sánchez prepara el terreno a golpe de encuesta por si el intento fracasa. Lo del “acuerdo programático” se lo ha explicado en una carta a la militancia, que vuelve con la estrategia de marear la perdiz una y otra vez, ésta, buscando entre las izquierdas apoyos para llegar a un “pacto a la portuguesa”. No me sorprende la falta de originalidad de este hombre al verse siempre en la necesidad de echar mano de fórmulas ajenas a falta de una propia, en esta ocasión sin tener en cuenta de que Portugal no es España. Allí, en las izquierdas todos son portugueses, aquí, en las izquierdas apenas hay españoles si alguno todavía queda. Este detalle hace inviable el pacto que ya se encargará Iglesias (sin el que Sánchez no va a ninguna parte) de reventárselo, porque lo que busca [Iglesias] no es colaborar con el Poder sino tenerlo, es decir, ser Poder y no a cualquier precio. Hasta no más allá del 23 de septiembre tiempo tienen para ajustarlo, si no, el 10 de noviembre a votar de nuevo, que ante la inviabilidad de un “pacto a la portuguesa” siempre será mejor que un Gobierno Frankenstein.

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