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Tanto marearnos con que si es más conveniente el sistema 4-4-2 o el 4-5-1, tanto filosofar sobre la eficacia y la estética del fútbol del toque y la posesión sobre el juego directo y vertical, tanto ensalzar la figura del entrenador o despreciar las sentencias del VAR para llegar a esta sencilla conclusión: los campeonatos los gana un portero enamorado. Dejen por tanto de garabatear técnicas y tácticas en las pizarras y ocúpense un poco más de dar mimos al guardameta.

Ahora que se cumple el décimo aniversario de la consecución del mundial de Sudáfrica, pregúntense qué sería de la selección española sin aquella portentosa parada de Casillas a Robben en la final, en vez de monopolizar todo el análisis en el gol de Iniesta.

Salvo cantadas de última hora, este año ganará la liga el Madrid gracias a Courtois como el año pasado se quedó en blanco porque el bueno de Thibaut fue incapaz de centrarse por sus turbulentas tormentas sentimentales aireadas en la prensa del corazón. Un portero enamorado de una chica que lo lleva por la calle de la amargura es una auténtica amenaza para cualquier equipo, un tremendo agujero negro en la portería, una calamidad sobre el terreno de juego. Pienso que entre la prensa deportiva y la del corazón debería haber una conexión más fluida y natural de la que a priori le estamos otorgando a pesar de los esfuerzos de visionarios como Eduardo Inda, Gonzalo Miró o Pipi Estrada.

Pero volviendo al mundial de Sudáfrica, ¿creen que aquel idilio de Iker y Sara Carbonero, no tuvo nada que ver con la plenitud futbolística de nuestro cancerbero considerado por entonces sin ninguna duda como el mejor portero del mundo? Y si quieren ir un poco más lejos, lo mismo si investigan algunas actuaciones lamentables de David de Gea en la portería de nuestra selección verán que coinciden exactamente con ciertos periodos de crisis en su relación con la cantante Edurne.

Es decir, si ustedes tuvieran el capricho de regresar del quiosco con el As en una mano y el Lecturas en la otra, como yo he comenzado a hacer últimamente, tal vez comprendan muchísimas cosas de las que suceden en un terreno de juego y de las que no teníamos ni la menor idea. Fijo.

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