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Pidan perdón a los ciudadanos

Viernes, 15 de enero 2021, 04:00

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No acostumbro a dar lecciones y mucho menos a exigir a otros lo que deben hacer. Pero en estos días mi indignación ha ido aumentando día a día, semana a semana. A ver si de una santa vez nos quitamos de encima el sambenito de fiesteros, de pensar en algarabías, saraos y demás faralaes. Aunque me temo que va a costar mucho.

Este cabreo que me tiene fruncido el ceño se remonta a las semanas previas a la Navidad. ¿Navidad? Pensé. ¡Qué carajo de Navidad! Con la que está cayendo, con la cantidad de muertos que hemos llorado, con los sufrimientos de personas a las que les cuesta respirar meses después de haber padecido el puto Covid, aquí discutíamos si se podía ir de una Comunidad a otra, si las reuniones, cenas, comidas y meriendas podrían ser de 6, 10 o 30. En medio de las felicitaciones por la buena marcha de la pandemia, tras superar la segunda ola, nuestros políticos, sí, nuestros regidores, los que deben velar por los ciudadanos, se pusieron la máscara del carnaval antes de tiempo. Pusieron los caramelos a las puertas de los colegios y ya saben cuál fue el resultado. Después de meses de restricciones, de no ver a la familia como quisiéramos, de no poder abrazar a nuestros seres queridos, me pregunto por qué no haber esperado un tiempo más, con las vacunas inoculadas en una buena parte de la población. En lugar de mantener la firmeza de las restricciones en Navidad, tras meses de ‘ley seca’, se apostó por dar barra libre y ahora, al hospital. Ya se sabe que a los españoles se nos da la mano y nos tomamos el brazo.

Gran parte de los ciudadanos han sido responsables y han sacrificado esas fechas tan especiales, pero otros, a tenor del crecimiento de los contagios, no lo hicieron. Y eso, unido a la ola de frío en la que el bicho se siente mucho más cómodo, ha provocado cifras terribles de contagios y muertes. Y en esas circunstancias, han vuelto las restricciones. Otra vez a los mismos. A esos que a duras penas pueden levantar ya las trapas de su negocios, tras haber fundido los ahorros de años durante estos meses. A cambio, después de meses y meses de negociaciones, de reuniones, de bla, bla, bla, siguen sin llegar las ayudas directas, las únicas que pueden evitar el cierre de empresas y la frustración de miles de familias.

A todo esto, no he escuchado a un solo político pedir disculpas a los ciudadanos por haber dado alas al virus y por sacar de nuevo a pasear la soga para ahogar a los empresarios de hostelería y gimnasios, entre otros. Pero claro, a ver quién era el valiente que en Navidad frustraba las ilusiones de los ciudadanos. Ni siquiera pensaron en que ahora podrían sacar pecho. Así que fueron cobardes. Quiero pensar que las decisiones que adoptaron no tenían que ver con valentía o cobardía, sino con la esperanza de que la tercera ola no se desbocara tan rápido y tan agresivamente. Pero, en este caso, se han equivocado. Pues pidan disculpas. Háganlo. Humanícense. Reconozcan su error. Y así quizás podremos tener algo de empatía con todos ustedes. Eso los que dan la cara. Porque otros están escondidos esperando a que escampe. El temporal y el virus. Mientras la hemeroteca les pone la cara colorada por sus críticas cuando eran oposición por la forma de gestionar el temporal de frío o el subidón de la factura de la luz.

La Navidad difícilmente volverá a tener el sentido con el que la celebrábamos hace un año. Y ya que nuestros dirigentes, tanto en la Comunidad como en Moncloa, no van a pedir disculpas, al menos espero que hayan tomado nota y si por casualidad se ponen a pensar en relajaciones de medidas en Semana Santa o en algún puente festivo -Dios no lo quiera-, piensen en la ruina que provocaron en las celebraciones de Fin de Año. Mientras tanto, hagan test como si no hubiera un mañana, recen todo lo que sepan para que la tercera ola pueda desaparecer con la misma rapidez con la que se ha propagado y, ya que no van a pedir perdón a los ciudadanos, al menos no culpen a estos por haberse excedido cuando les concedieron relajaciones en las medidas restrictivas. Y ya tendrán tiempo de pensar en la próxima Navidad. Amén.

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