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AQUELLA idea de convocar elecciones anticipadas que en el pasado mes de diciembre y con el viento demoscópico a favor le parecía tan guay a un eufórico Partido Popular, lleva visos de convertirse durante las próximas semanas en todo un quebradero de cabeza. Ése que sobreviene cuando, como ya le ocurrió al PSOE en las anteriores elecciones, tras las enhorabuenas, felicitaciones y efusivos abrazos de la primera noche, se disipa la niebla y uno comienza a vislumbrar los aspectos aritméticos del monstruo creado.

Me temo que ese primer cohete de los fuegos artificiales con que el PP celebró el domingo la victoria en las elecciones en Castilla y León, también se parece mucho a un disparo en el pie que con peor o mejor fortuna se intenta disimular. Pero así lo han cantado las urnas en un aviso para navegantes andaluces si es que estos también se disponen a emular la arriesgada apuesta que tan bien le salió en Madrid a Isabel Díaz Ayuso, en realidad la única líder del PP con motivos para no volver a guardar la botella de champán en la nevera. Primero por dejar claro a Mañueco que por mucho que la intente imitar aún le queda mucho trecho para transfigurarse en ella y segundo por dejar claro a Casado, todo lo contrario de lo éste pretendía demostrar: que no es la marca del PP sino ella y que cuando tenga hambre, se lo comerá con patatas.

Ahora, habrá que ir viendo cómo se las arregla Mañueco para conformar un gobierno con quien antes de empezar el diálogo ya le exige vicepresidencia y conserjerías varias y comprobar si con el desconocido de Vox, le resulta tan fácil alcanzar la estable y complaciente paz conyugal que Igea le procuró. Y tendrá que pensar, además, cómo nos vende la moto de la moderación y la prosperidad con las muñecas esposadas a los caprichos de la ultraderecha.

Me gustaría pensar que no va a resultarle fácil la convivencia con alguien, que entre otras cosas, se ha pasado las últimas semanas borrando tuits en los que aseguraba que ser feminista es una ridiculez, que a los jamaicanos les huele el aliento a seis metros de distancia o que el problema de la selección española es que no cuenta con suficientes heterosexuales, pero ya iremos viendo.

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