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Tuvo la encuesta de Ipsos para LA GACETA la virtud de ser la primera que pronosticaba una caída del PSOE al poco de conocerse la convocatoria de nuevas elecciones. Hace solo una semana parecía un vaticinio osado ese descenso en escaños respecto al 28 de abril, pero después han venido otros sondeos a confirmar los temblores de la formación que lidera Pedro Sánchez, e incluso las cocinas de Tezanos han alumbrado un CIS con el socialismo a la baja, aunque el Ferrán Adriá de Moncloa siga previendo para su jefe porcentajes muy alejados (por arriba, claro) del resto de los estudios sociológicos conocidos.

Al Doctor Sánchez le puede ocurrir lo que al difunto Jacques Chirac, que fue el primero de una larga lista de famosos políticos, entre ellos David Cameron, Theresa May o Matteo Renzi, empeñados en comprobar el carácter venenoso de las elecciones anticipadas. Todos ellos las convocaron con la intención de ganarlas de calle y todos ellos salieron trasquilados de las urnas.

Las encuestas profesionales, entre las que excluyo por fuerza mayor la del titiritero Tezanos, dibujan un panorama de nuevo complicado, enrevesado y tendente al bloqueo. Una previsión del PSOE ganador, pero con más o menos los mismos 123 escaños de abril, con el PP creciendo con mucha fuerza, pero todavía lejos de la cabeza, con Ciudadanos en caída libre, Unidas Podemos sangrando por la herida de Más España y Vox en franco (muy franco) retroceso.

De confirmarse el 10 de noviembre ese panorama, estaríamos ante una oportunidad histórica para un acuerdo entre socialistas y populares. Una alianza para gobernar o para dejar gobernar, un pacto con o sin Sánchez, porque si el Doctor No perdiera escaños, estaría deslegitimado para exigir apoyos o abstenciones tras hacer el ridículo forzando elecciones para ir a peor.

Sería lo nunca visto: un gobierno de la izquierda con apoyo de la derecha, un abrazo entre las dos Españas que no se dio ni siquiera en la Transición (ahí los abrazos fueron a varias bandas). Pero tampoco habíamos visto nunca un bloqueo institucional y gubernamental como el de los últimos años. Y tampoco habíamos asistido a una situación de grave peligro para la democracia y la integridad de la nación como representan la existencia de una Generalidad dominada por separatistas, golpistas y ahora también filoterroristas.

Estamos en tiempos excepcionales que requieren soluciones extraordinarias. Un gobierno socialista con amplio apoyo del centro derecha, en una operación en la que podría entrar Ciudadanos (la alternativa de un Ejecutivo socialista apoyado por los naranjas no es posible porque la suma quedaría muy lejos de la mayoría, y ni el Coletas ni Errejón quieren saber nada de Albert Rivera) podría encarar con garantías los dos grandes retos inminentes que amenazan España: la revuelta de los golpistas catalanes tras la sentencia del 1-O, y el empeoramiento de la economía por el frenazo del consumo interno, el Brexit, la guerra comercial entre Estados Unidos y China y el encarecimiento del petróleo.

Si Sánchez tuviera una miaja de estadista, que va a ser que no, ya estaría preparando la aplicación del Artículo 155 de la Constitución para relevar a los golpistas de la Generalidad. Debería hacerlo porque las circunstancias obligan cuanto tenemos en Barcelona un Parlamento que desprecia y se salta a la torera todas las leyes y apoya de forma descarada no solo a los presuntos rebeldes encarcelados, sino también a los sospechosos de terrorismo. Y esta vez debería ser un 155 amplio y profundo, que no se olvidase de clausurar o al menos reconducir TV3, cuya interpretación de la ‘operación Judas’ contra los CDR ha sido un ejemplo de manipulación antiespañola y de pura propaganda golpista.

Aplicar el 155 le daría votos el 10-N y además le permitiría a Sánchez ir preparando el terreno para una coalición o al menos un entendimiento con PP y Cs tras los comicios.

La duda no es lo que piensa ahora Sánchez, sino si Sánchez piensa.

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