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Mientras escribo estas líneas se me llenan los ojos de lágrimas, las mismas que me invadieron anoche cuando me enteré de la tristísima noticia de la aparición del cuerpo sin vida de la pequeña Olivia, asesinada por su padre.

Lágrimas de tristeza, de rabia y de impotencia. De ese dolor que te hace romperte por dentro y te lleva a dudar de la humanidad de algunas personas que sin ser enfermos son unos verdaderos monstruos.

No puedo concebir como un padre puede asesinar a su hija, a quien es sangre de su sangre a quien debe proteger, mimar, querer y educar. Pero en este y en otros casos -como el de Ruth Ortiz o el de Ángela González Carreño- los padres machistas y maltratadores, porque esta es una forma más de violencia de género, se convierten en verdugos de sus hijas e hijos con el único propósito de generar un daño absoluto e irreparable en la madre, en este caso, Beatriz, que había decidido no solo dejarle sino rehacer su vida. Todo ello en contra del criterio posesivo y de control de su ex marido.

¿Alguien puede imaginar un sufrimiento mayor que el de esta madre? Permanecer con vida para recordar día tras día que sus hijas no están. Esta forma de violencia de género, sí, insisto de violencia de género, digan lo que digan los negacionistas que impiden declaraciones institucionales o no participan en los minutos de silencio, se llama violencia vicaria porque a través del asesinato de sus hijas lo que pretende Tomás Gimeno, ese es el nombre del asesino, es hacer un daño permanente e imborrable a su ex mujer, Beatriz.

A pesar de la definición de violencia vicaria cuando explico estos asesinatos en mis clases, una de mis líneas de investigación prioritarias es justamente el tratamiento procesal de la violencia de género, utilizo, además, otra expresión, que no encontrarán en el DLE, me refiero a maternicidio, que justamente refleja gráficamente el arrancar la vida a los hijos e hijas como forma de violencia de género extrema hacia la madre.

Descansa en paz, pequeña Olivia.

PS1: Me gustaría pedir a los medios de comunicación que eviten el morbo y el amarillismo al contar la historia de Olivia, Anna y Beatriz.

PS2: Ayer nos enteramos de un nuevo asesinato de violencia de género. El de Rocío Caíz Pozo, la joven de 17 años desaparecida desde el pasado 3 de junio en Martín de la Jara (Sevilla). ¡Basta ya!

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