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No está pero se la espera

Martes, 3 de diciembre 2019, 04:00

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Ayer comenzó en Madrid la Cumbre del Clima (COP25) que debía haberse celebrado en Santiago de Chile, pero que la inestabilidad política y el estado de emergencia que vive el país sudamericano, inmerso en una batalla campal, obligaron a suspender. Cumbre que el Gobierno en funciones de Sánchez pidió traerla a Madrid, se aceptó, y aquí la tenemos.

Unas cuantas cumbres se han celebrado ya, tantas como Conferencias de las Partes (COP), órgano supremo de toma de decisiones de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático integrada por los Gobiernos de los países miembros con el fin de reducir la emisión de gases de efecto invernadero. Se lo cuento para que se hagan una idea del nivel en el que se mueve tanto en lo organizativo como en lo participativo esta inmensa máquina, a golpe de muchísima parafernalia pero de poca eficacia a la hora y en la forma de afrontar el problema del calentamiento de este Planeta que compartimos.

¿Qué clase de gente acude, se reúne e interviene en sus ostentosas celebraciones, gente con voz y voto, en cuyas manos está luchar contra la contaminación de los campos, de los mares, de la atmósfera, atenuar los efectos del cambio climático y evitar el desastre que -dicen- se avecina? ¿Políticos, “oenegeístas”, científicos, activistas, buscavidas que han encontrado su chollo y se agarran a las ubres que no sueltan ni a palos? De todo hay. Pues ahí anda esta sesuda patulea reunida consigo misma, esperando a que llegue la luz que la oriente y le dé razones para seguir luchando contra algo tan viejo como la humanidad misma. Porque el cambio climático no es nuevo aunque nos afecte ahora y le busquen remedios que quienes lo sufrieron antes ni siquiera lo consideraron. Eran otros tiempos.

Pese a la gran verdad que es el cambio climático mucha mentira se mueve en su entorno y mucha manipulación a su costa. Greta Thunberg, la adolescente sueca que entre unos y otros han convertido por sus delirios patológicos (recuerden que padece trastorno obsesivo-compulsivo, un desorden mental que produce en quienes lo sufren golpes de ansiedad, aprensión, temores...) en icono de la causa medioambiental, encarna ambas circunstancias tergiversadoras de esta gran verdad: la mentira y la manipulación, ejercida hipócritamente y sin escrúpulos por quienes buscan en ellas su beneficio personal.

Dijo Greta con semblante desencajado durante aquella memorable intervención suya en las Naciones Unidas que le habían “robado su infancia”, pero no dijo cómo ni quiénes. Los primeros que le han robado su infancia son sus padres, al encontrar en su hija el maná divino, también quienes la llevan y la traen, así como quienes muy cómodamente esperan de ella la palabra que les inspire y oriente en sus afanes, gente que no da puntada sin hilo a la hora de afianzarse en la dinámica que les asegure su sustento. Pues de camino viene la criatura. ¿Llegará a tiempo para inspirarlos? porque cruzar el Atlántico Norte a vela en un catamarán de recreo en esta época del año tiene sus riesgos, lleva su tiempo y no poco, siendo por eso una imprudencia hacerlo además de una insensatez de quien se ha prestado a la aventura (el youtuber, dueño de la embarcación) y de quienes se lo han permitido.

Destaca Ramón Tamames en su libro “Ecología y desarrollo”, dentro de un apartado que titula “Una ética ecológica”, las palabras en tono homilíaco del obispo de Kington, que a su vez recoge un llamado “Manifiesto para la supervivencia” elaborado hace casi medio siglo por científicos británicos, entre ellos dos premios Nobel, que decía: No tomarás en vano el nombre del Señor tu Dios, invocando su nombre pero ignorando su ley natural, palabras que advertían del vínculo que existe o debería existir entre las leyes de Dios, las de la naturaleza y las del hombre. Pero en un mundo en el que Dios pinta poco, menos pinta el hombre, excepto aquellos que lo mangonean. Y en sus manos estamos.

Que no vengan Trump, Bolsonaro, Putin, Shinzo Abe... a la Cumbre da igual con tal de que lo haga Greta Thunberg. En camino está y llegará cuando las sandeces se lo permitan.

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