¡Música, maestro!
Viernes, 22 de noviembre 2019, 04:00
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El paisaje político sigue tan sombrío que no hay manera de prever nada que no sea más sombra. Tiempo de otoño, dirán algunos tratando de encontrar una explicación, sí, tiempo de otoño, pero no, porque hasta en otoño el paisaje es bello y relajante a los sentidos. Tenemos delante un panorama vacío de atractivo por el que vagan quienes pretenden llenarlo y no saben cómo, unos haciendo, otros dejando que hagan, aquellos con afán ilimitado de protagonismo acaparador y ánimo de hacer apaños para sacar tajada, estos sin nada de nada, y entre todos, es decir, entre los que hacen y dejan hacer, están consiguiendo montar un esperpento que no hay por donde cogerlo.
El caso de los ERE, de explosiva actualidad una vez conocida la sentencia, es un capítulo de este esperpento de tal envergadura y trascendencia política que merece por ello comentario aparte, pero paso de hacerlo, que lo comenten otros.
Ya no hartan ni aburren, ahora indignan por una puesta en escena mareante con tanto globo sonda, de los que esperan sacar luz que les dejen ver reacciones a lo que hacen o dejan de hacer, luz que les permitan analizar, percibir con nitidez y poder planificar una estrategia a seguir cara a la investidura, porque nadie lo tienen claro.
Globo sonda, el que lanzó la ministra de Educación en funciones Isabel Celaá contra la enseñanza concertada y religiosa ignorando, primero, el lugar y el momento, segundo, las resoluciones del TC que reconocen y protegen el derecho de los padres a elegir colegio para sus hijos, lo lanzó durante la inauguración del Congreso de Escuelas Católicas, al que fue invitada, ante dos mil congresistas con los que ni siquiera tuvo la consideración [como invitada] de guardar las formas y de medir las palabras, que ahí quedaron para que cada cual las interprete como quiera. ¿Fueron un lapsus o una amenaza lanzada a la cara para que a nadie les pille de sorpresa el día en que pasen de las palabras a los hechos? Si fuesen lo primero, tiempo tuvo la ministra para rectificar y pedir disculpas. Sin embargo, han pasado los días (siete más uno) y no lo ha hecho, por lo que cabe el temor de que se trate de lo segundo, dando pie a pensar que no hubo error, que es tanto como asegurar de que la ministra sabía lo que decía, dónde, cuándo, por qué y a quiénes se lo decía.
De las advertencias y llamadas al orden a modo de condiciones impuestas por Iglesias, futuro vicepresidente si lo iniciado con la firma del preacuerdo sale adelante, mejor es no hablar. Este individuo quiere acabar con todo aquello que no sea él y lo suyo (incluso con su anfitrión) para una vez instalado en el Gobierno mangonearlo a su antojo, cosa que a Sánchez no parece preocuparle siempre que le permita seguir durmiendo tranquilo en La Moncloa. Lo mismo digo del resto de pretendientes (independentistas, filoterroristas y demás ralea) que pulula sin parar en torno al negocio del poder exigiendo cada uno su parte, porque en este mundillo sórdido de trepas, sablistas y vividores nada es gratis.
Como la letra del esperpento de tanto oírla nos la sabemos de memoria, bueno sería ponerle música para variar y darle vidilla, porque ya cansa tanto de lo mismo. Pero no vale cualquier música, hay que cribar. Recuerden la reciente decisión del Ministerio de Cultura, del que es titular en funciones José Guirao, de cancelar por “razones de actualidad política” un concierto que el Centro de la Memoria Histórica había organizado con música de himnos y canciones de uno y otro bando de la Guerra Civil, concierto que iba a celebrarse mañana con el ánimo de ofrecer “un recital de concordia” que a nadie debería ofender ni herir, concordia que la Transición hizo posible, quieren acabar con ella y lo están consiguiendo.
Como la letra a palo seco no entra intentemos hacerlo poniéndole música al esperpento, lo sobrellevaríamos mejor. ¿Se imaginan una zarzuela sin música? Pues esto es igual, así que ¡música, maestro!
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